Cuando visitas una ciudad es difícil hacer todo lo que te gustaría hacer o que te recomiendan. Pero esos “pendientes” que quedan en las listas yo los veo como oportunidades. Oportunidades de volver. Siento que si dejo algo pendiente por hacer es como un pacto que hago con el lugar de que tengo que volver.

Las otras veces que estuve en Ushuaia no había podido hacer la navegación por el Canal Beagle. Solo lo conocía desde la costanera. Tengo los recuerdos de mirar hacia el sur y achinar los ojos para encontrar el famoso faro. Algo completamente absurdo porque no es posible.

Hay dos formas de ver el faro. Con binoculares o haciendo la navegación. Bueno, también está el conformarse con verlo por fotos y vídeos pero recomiendo esta opción si están en Ushuaia.

Si a la mañana había sido un día ideal para visitar el Parque Nacional Tierra del Fuego, a la tarde seguía igual para hacer la navegación.

Esto es algo raro y que hay que aprovechar al máximo porque una de las caracteristicas de la Isla es el clima cambiante. Pero a tal punto que podés vivir las cuatro estaciones en un mismo día y que cambié en menos de quince minutos.

Así que estábamos felices con Flor y Eli del día que nos tocó para vivir las dos experiencias que elegimos con Tolkeyen.

 

Habían pasado unos minutos de las tres de la tarde cuando llegamos al Puerto Turístico. Antes de embarcar teníamos que pagar la tasa de puerto obligatoria que es de $20 (veinte pesos argentinos) por persona.

A medida que avanzaba la fila, la emoción se sentía más. ¡Estaba por subirme a un catamarán para llegar hasta el famoso faro que solo conocía por fotos!

Si bien el sol estaba radiante, el viento frío hacía de las suyas. Cuando no soplaba, los rayos llegaban a calentarte las mejillas lo suficiente como para que la brisa fresca que aparecía de la nada te haga sentir como si te estuvieran clavando alfileres.

No se asusten. No es algo que se sufra. A los diez minutos ya te acostumbrás. Es verdad que hay personas que no les gusta el frío y de hecho lo sufren. Por eso el catamarán tiene un interior para aquellos que prefieran están con calefacción, sentados. Incluso tomando un café.

Lo primero que se puede apreciar es una mágnifica panorámica de la ciudad de Ushuaia con su cordón montañoso que la acompaña. Monte Olivia, los cinco hermanos, y el cerro Le’Cloche (me costó pero aprendí a pronunciarlo).

A mí no me alcanzaban las manos para intentar retratar de diferentes maneras las imágenes. Cámara de fotos, cámara de vídeo y el celular. Eso sí, no todo el tiempo. Hubo momentos que me los guardé solo para mí.

Es lo que aprendí de la escena de la película “La increíble vida de Walter Mitty” cuando Walter se encuentra con Sean el fotógrafo. Tienen que verla. Y miren que se los dice alguien que no suele ver películas. Pero bueno, tampoco quiero irme por las ramas (algo que me es muy fácil hacer).

El catamarán va avanzando entre isla e isla y frenando en aquellas donde se pueden observar diferentes animales patagónicos. Es como ir a un museo pero en barco. Y en vez de pararte a ver obras de arte, es para conocer un poco los habitantes de cada isla.

 

La Isla de los Pájaros. Con ese nombre ya sabés que lo que vas a observar son aves marinas. Desde lejos ves todos pájaros parados uno al lado del otro. Mientras nos acercamos, identificas que son blancos y negros. Automaticamente pensas que son pingüinos pero no. Estás frente a dos especies de cormoranes: cormoranes magallánicos y  los cormoranes imperiales.

¿Cuál es la diferencia entre una especie y otra? Los cormoranes magallánicos tienen el cuello negro y los cormoranes imperiales tienen el cuello blanco.

Otro dato que aprendí es que una de las especies marinas del lugar, comunmente mal llamadas “gaviotas” son los albatros de ceja negra. Hay más de 20 especies de aves patagónicas pero a mí me llamó la atención esa por el nombre del hotel donde nos me hospedé la segunda semana.

Lo bueno de viajar en el interior del catamarán, además de la calefacción, es que la guía va contando todos estos detalles sobre la fauna marina.

Pero yo encontré un lugar estratégico. Afuera, al lado de la puerta donde está el capitán y la guía, así que la iba escuchando mientras vivía la experiencia con la brisa, el sol, los colores y los olores.

 

Sobre todo cuando nos acercamos a la Isla de los Lobos. Quien haya visitado una colonia de lobos marinos entiende a lo que me refiero.

En esta isla habitan dos especies. Los lobos marino de un pelo y los de dos pelos sudamericanos. Sí, todo ese nombre tiene. Lo que los diferencia es que el lobo marino de dos pelos (no, no es que tiene “dos pelos” literal) posee dos capa de piel de distinto color. Como que la cabeza y el cuello tienen pelo y después es la piel grasa y negra (si me está leyendo un biologo no me mate, lo explico para que me entiendan todos).

Los lobos marinos de un pelo también son conocidos como los leones marinos sudamericanos y es a causa de esa melena de pelo medio rojiza como león que tienen. Cuando son adultos el color es marrón, tecnicamente “pardo” (cosa que también aprendí gracias a la guía).

 La Isla de los Pájaros y la Isla de los Lobos son parte del archipiélago Bridges. 

El catamaran seguía avanzando. Cada vez nos acercabamos más al famoso faro. ¿Saben que está mal decirle “faro del fin del mundo”? Sí, a mí también se me partió el corazón cuando me lo dijeron. Me sentí hasta engañada.

El faro Les Éclaireurs (que significa “los iluminadores” en francés) está construido de ladrillos, tiene once metros de altura y tres metros de diámetro (lo que es escuchar la guía).

No se si muchos saben, pero el faro se encuentra en funcionando actualmente, de forma automatica (no es que hay alguien allí). Lamentablemente está cerrado al público.

 

El verdadero faro del “fin del mundo” se encuentra más al sur, en la isla de los Estados y su nombre es San Juan de Salvamento. La novela de Julio Verne fue la que le dio fama y el apodo. Actualmente hay varios proyectos para su reconstrucción.

La vuelta a Ushuaia fue para aprovechar a observar la costa con su bosque fueguino. Vimos de lejos la Estancia Tunel, que dos días después haríamos la excursión para llegar hasta allí haciendo trekking.

En ese momento aproveché para entrar y tomar un café. Necesitaba tomar algo calentito mientras intentaba ordenar mi mente que estaba revolucionada con todo lo que había vivido.

Llegamos al puerto cuando el sol estaba a punto de esconder detrás de las montañas. Eso nos permitió disfrutar de esos atardeceres mágicos que se viven en Ushuaia.

Creo que no hace falta agregar más palabras y que si estás por ir a Ushuaia o la tenes anotada como para visitarla alguna vez, navegar por el Canal Beagle es uno de los paseos imperdibles.

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