Antes de tomar la decisión de cambiar el rumbo de mi vida, imagin aba que “viajar” era conocer paisajes increíbles, sacar fotos y listo.

Después, cuando fui conociendo historias de otros viajeros, entendí que las personas juegan un papel muy importante y que lo más lindo de viajar (y vivir) es compartir.

Conocer otras realidades, enfrentarte a tus miedos, reinventarte día a día para adaptarte a los cambios. Es la otra cara de un viaje donde el conocimiento no pasará por recorrer una ciudad sino con encontrar una parte de vos que desconocías y de aprender todos los días.

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«Viajar te cambia» es una frase cliché que define lo que sucede cuando te lanzas a la aventura diaria de realizar un viaje.

Cuatro años después del día en que pusimos primera y comenzamos a recorrer las rutas del mundo, comparto ocho cosas que aprendí viajando y que, estoy segura, vos también podes experimentar si das el primer paso para cumplir tu sueño de viajar.

 

1. Si te lo propones, se puede.

 

Viajando descubrí que puedo hacer muchas más cosas de las que me creía capaz.

Desde manejar un camión hasta recorrer más de 5000 kilómetros en bicicleta. Tener un bautismo de kayak en el Rio Negro o animarme a realizar de tirolesa entre los árboles e incluso, sin tener ningún tipo de conocimiento, subirme a una tabla de surf en una playa de Brasil.

 

Aprender nuevas palabras en español que desconocía e incorporarlas a mi vocabulario o entrar a un país donde se habla otro idioma y estar segura que no será una barrera para comunicarme.

 

2. Eso del sexto sentido es verdad

 

También mundialmente conocida como “la intuición”.

Esa que no descubres que tienes hasta que no sales de tu zona de confort y empezás a hacer cosas que nunca realizaste o a tomar decisiones diferentes a diario.

Si vos sabes que levantando la mano, paras el colectivo del número de siempre que te llevará a ese lugar que ya conoces, no tiene mucho trabajo para hacer tu intuición.

En cambio, cuando tenes que elegir a quién pedirle ayuda, o a quien confiarle algo valioso, o cual camino elegir cuando ambos son desconocidos, ahí tu sexto sentido se despierta y se siente en una verdadera fiesta.

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Es más, se va a volver adictivo porque, por lo general, la intuición es amiga de la adrenalina.

 

3. Dejé de creer en eso de «la nada»

 

Vas a escuchar frases del estilo: “no vayan para allá que no hay nada/nadie”.

Nada más lejos de la realidad.

Siempre hay algo. Siempre hay alguien.

Viajando aprendí a no dejarme llevar por esos comentarios “negativos” y, como te dije el punto anterior, se volverá rutina el confiar en tu intuición, sin importar si te equivocas porque, eso, es otra cosa que aprenderás viajando.

 

4. Es lo que tiene que ser

 

Y esto significado que no hay errores o que equivocarse no tiene porque ser algo malo.

Si le preguntaste a alguien cómo llegar a un lugar y te indico incorrectamente haciendo que llegues a un lugar que no estaba en tus planes, significa que por algo estás ahí. Y no pierdas tiempo en enojarte con quien te indicó mal o con vos mismo, disfruta el lugar al que llegaste, disfruta el momento.

Un ejemplo. Era mi cumpleaños. No teníamos para almorzar en la ruta y en nuestro monedero solo había siete reales.

El día anterior dije que el mejor regalo sería un plato repleto de papas fritas. Sin preocuparnos, salimos a la ruta, dejando que el camino nos sorprenda.

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A mitad de camino nos para una camioneta con un hombre que nos invita a almorzar en el pueblo.

¿Se imaginan que comí? ¡Sí! ¡Un plato repleto de papas fritas!

Viajando aprendí que dejar ser lo que tiene que ser es una gran elección de vida.

 

5. Dejarás de creer en los medios de (des)comunicación

 

Y eso que tengo 15 materias aprobadas en la carrera de Ciencias de la Comunicación. Pero aprendí que en la radio, en la televisión, en los diarios quieren que tengamos miedo al otro. Nos hacen creer que las personas son malas “por naturaleza”. Que siempre debemos estar atentos y con cuidado del que tenemos al lado.

También dejé de lado el consejo que me daba mi familia de niña. Ese que te hacen jurar que nunca vas a hablar con un extraño en la calle.

Así es.

Viajando aprendí que no hay nada de malo en hablar con extraños en la calle. Por el contrario, es algo sumamente gratificante y que la mayoría de las personas son amables y solidarias. El problema es que no salen en las noticias.

 

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Por eso escribo este blog, para mostrar lo que no muestran los medios de (des)comunicación. Para compartir historias que valen la pena ser contadas. Para derribar mitos y miedos e inspirar a que todos cumplan su sueño, sea cual sea.

 

6. Aprenderás el lenguaje universal

Si pensabas que no existe una forma de comunicarte con todos más allá de las palabras e idiomas, viajando te darás cuenta que una sonrisa vale más que mil palabras y que el lenguaje no verbal es importante.

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7. Valorar las pequeñas acciones y cosas que tenías pero no les dabas importancia

 

Viajando aprendes que ese vaso de agua fría en el medio de la ruta a 40 grados de temperaturas vale mucho más que el tesoro de un banco.

Que la sombra de un árbol al mediodía es la mejor cama para dormir una siesta. O aprenderás a valorar esa agua caliente que sale de una ducha.

Así como en la película “El Naufrago”, Tom se asombra del encendedor que hace fuego en un segundo, yo aprendí a valorar el abrir una canilla y que salga agua potable.

También comprendí que no hace falta una capa roja para ser un super héroe y ayudar a otro. Una sonrisa, una palabra e incluso un abrazo hacen una gran diferencia en mi vida y en los demás. Y eso, eso no tiene precio.

 

8. No necesitas ser millonario para cumplir tu sueño de viajar

 

Ni para cualquier sueño que quieras cumplir, he dicho.

Otra cosa que nos quieren hacer creer es que tenemos que vivir preocupados por trabajar, sin importar si nos gusta, con tal de ganar dinero, mucho pero mucho dinero.

¿Sabes qué? ¡No es necesario esperar a grande o a ganarte la lotería para viajar!

El haber conocido personas que viven con muy pocas cosas y que, aun así, son felices, me enseñó que el dinero no sirve para comprar el bienestar.

 

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No estoy diciendo que no es necesario tenerlo para algunas cosas, pero quedarte sin dinero te dará la mayor lección de tu vida y es demostrarte de lo que eres capaz.

Si, volvimos al primer punto.

Las veces que nos quedamos sin dinero me sirvieron para conocerme, reinventarme y aprender que el verdadero valor que le damos a esos papeles de colores depende de nosotros.

Después de todo, las cosas más lindas de la vida las puedes vivir sin dinero.

Y esa es un gran aprendizaje. ¿O no?