Cuando uno viaja sin tiempo, o con todo el tiempo del mundo, como me gusta decir, va aprendiendo que el rumbo puede cambiar y que debe disfrutarse todo aquello que se va presentando.

Lo primero que soñamos fue viajar y unir Buenos Aires – Ushuaia – Alaska, lo más austral y lo más al norte de América. Después vendrían los otros continentes hasta dar la vuelta al mundo.

Lo único que sabíamos es que saldríamos de Buenos Aires y llegaríamos al fin del mundo recorriendo la Ruta Nacional N°3.

Por aquel octubre de 2012, mi mente todavía estaba muy conectada a lo que se denomina “vida normal”. Y la mía era muy estructura, muy. De hecho, cuando Ale me propuso tomar otras rutas para conocer lugares que no estaban al paso de la Ruta 3, lo tomé como “desvíos” (con la connotación más negativa de la palabra).

Hoy, a la distancia reflexiono y me río de mi misma.

El 01 de enero de 2013 llegamos a Ushuaia

En ese momento, lo único que pensábamos era «Alaska». ¡Cuánto que cambiamos!

En el viaje en motorhome, la primera vez que cambiamos el rumbo “planificado” que teníamos fue en Tierra del Fuego, cuando nos invitaron a visitar Punta Arenas en Chile.

Recuerdo que los miedos y dudas me invadieron por completo pensando en que nos “estábamos saliendo del plan”. Como si algo malo pudiese ocurrirnos por no cumplir con lo pactado.

Escribo estos párrafos y vuelvo a reírme.

¿Lo que teníamos pactado? ¿Algo o alguien nos obligaba a seguir una determinada ruta? ¿No podíamos simplemente vivir viajando sea a donde sea? ¿Si aquel lugar no está en la línea del trayecto que planeamos al principio, no íbamos a visitarlo simplemente por eso?

¿Cómo puede ser que las estructuras que uno se inventa en su cabeza, y que luego traslada a su vida, sean lo suficientemente fuertes como para no dejarnos disfrutar e interpretar lo que el camino nos ofrece?

Aquella vez, todo resulto mucho mejor de lo que habíamos creído y eso ayudó a relajarme un poco.

De hecho, cuando estábamos en Bariloche decidimos volver a Buenos Aires para reparar el motorhome pero, luego, en San Martin de los Andes se nos presentó la oportunidad de ir hacia Santiago de Chile, pudimos ver y desentrañar las señales de que la segunda opción era la adecuada e hicimos más caso a nuestro “sexto sentido” que a la razón.

Algo parecido me ocurrió cuando empezó a sonar fuerte la idea de dejar de viajar en motorhome y hacerlo en bicicleta.

“Pero si habíamos dicho que íbamos a hacerlo de esa forma, ¿cómo se nos ocurre cambiar?”

Si, aunque no lo crean, de ese estilo eran mis pensamientos.

sigue tus sueños ellos se saben el camino

Cuando vi esta imagen recuerdo que se me movió todo por dentro.

Hasta que un día, después de tanto reflexionar, entendí que viajar, el viaje en sí mismo, es parte de la vida. Y que lo más importante es vivir. Disfrutar del hoy, del presente (regalo) que tenemos.

¿Qué importa el cómo o a dónde? ¡Lo importante es que lo vivamos y nos haga bien! Todo lo demás no es nada.
Una de las cosas que nos propusimos antes de salir a viajar en bicicleta fue relajarnos y dejar que el camino nos sorprenda.

Teníamos más o menos una ruta marcada, pero planteábamos más que el primer objetivo sería Mendoza. Sea cual sea la ruta para llegar hasta allí, eso lo decidiríamos a medida que avanzábamos.

Y eso mismo ocurrió. Al tercer día, cuando estábamos en Suipacha, nos levantamos con la idea de seguir pedaleando por la Ruta 5 aunque no era algo que nos gustaba porque, al ser muy transitada y sin banquina asfaltada se nos había hecho difícil el primer día.

Nos encontramos con Pedro y nos propuso seguir por la misma ruta hasta unos kilómetros antes de Chivilcoy y desviarnos por la Ruta 30 hasta Chacabuco y luego por la Ruta 7 hasta Junin, de ahí podíamos tomar la Ruta 188 que es mucho más tranquila que las otras dos.

Con Ale cruzamos miradas y en cuestión de minutos ya teníamos una nueva ruta por seguir. Todo lo que sucedió ese día, gracias a que hicimos caso a esa vocecita interior (o exterior, todavía no sabemos de dónde viene), fue realmente mágico.

Durante el viaje en bicicleta fuimos aprendiendo y aceptando esos “cambios” de último momento. A estar más tranquilos y seguros que todo lo que nos iba sucediendo es porque convenía y era tal cual como tenía que ser. Incluso con aquellas situaciones que no nos gustaban.

Cambiamos la ruta muchas veces y comenzamos a sentir que “Alaska” no es más que el nombre de lo más al norte que uno puede llegar en América.

Que el motivo de viajar no es llegar hasta allá lo antes posible solamente con el fin de unir tres lugares.
Algo que Ale dice cuando le preguntan “cuándo vamos a llegar a Alaska” resume lo que quiero decir:

“Alaska es un norte, es el límite de América. Pero lo más importante no es llegar hasta allá sino ir disfrutando, conociendo, aprendiendo y viviendo el día a día.”

Otra frase que también sintetiza este pensamiento es:

“Lo importante de un viaje no es el destino sino el camino que uno recorre.”

Esto mismo se puede trasladar al plano de la vida. Uno no va viviendo buscando llegar al fin de la misma sino que disfruta, o intenta hacerlo, hasta que llegue ese momento, ese punto final.

Y después de todo, Alaska no sería nuestro punto final porque tenemos muchísimas ganas de conocer, disfrutar, aprender y vivir en otros lugares de los demás continentes.

Retomando el viaje en bicicleta, el que quedo en pausa en Los Vilos porque tuvimos que volver a Buenos Aires a resolver unos trámites urgentes y personales, una vez que quedamos “liberados” de la burocracia, entablamos las posibilidades para volver y continuar con el mismo.

 

foto los vilos viaje en bicicleta

Esta quedará como la última foto de la primera etapa de nuestro viaje en bicicleta.

Cuando pedaleábamos por la Ruta del Mar, íbamos proyectando cómo seguiría el viaje. ¿Seguimos por el norte de Chile? ¿Vamos por la costa y caminos de tierra o nos metemos en el Desierto de Atacama? ¿Y si volvemos a Argentina? ¿Qué paso fronterizo elegimos?

La primera señal fue cuando, lamentablemente, en marzo ocurrieron las inundaciones y aluviones en el norte de Chile. Una catástrofe natural para nuestro vecino y hermano país nos mostraba que ya había una opción por descartar o para otra oportunidad.

¿Paso fronterizo Agua Negra o San Francisco? Días y noches leyendo y buscando información. Estando a mitad del mes de abril, lo que íbamos leyendo nos hacía dudar un poco. Ambos pasos se encuentran a más de 4500 msnm y eso se traduce que a la noche las temperaturas descienden, y mucho.

No nos importó y apuntamos a volver a dedo hacia Los Vilos (si, a dedo y con Pioja y Pumba) y de ahí seguir hacia La Serena y luego encarar el Paso Agua Negra.

Hicimos los trámites de Pioja y Pumba en el SENASA de Buenos Aires y nos acomodábamos mientras esperábamos los certificados, que tardan 48 horas hábiles hasta que recibimos una información que nos desplomó todos los sentimientos y emociones: los pasos fronterizos Agua Negra y San Francisco cerrados hasta noviembre. Lo mismo con el Pircas (que se encuentra en el medio de ambos).

Ya no perdemos mucho tiempo preguntándonos el porqué y maldiciendo. Bueno, esto último si lo hacemos pero no nos enganchamos. Seguimos hacia adelante.

Y lo que teníamos por delante era resolver el cómo reencontrarnos con las dos bicicletas y la mayoría de nuestras cosas para continuar el viaje.

Había varias opciones:

1 – Que nos envíen las cosas por encomienda a través del correo internacional que hay en Chile. Las bicicletas solas ya representaban unos 30 o 35 kilos. Averiguamos y era una fortuna sin contar el resto de nuestro equipaje.

2 – Viajar a dedo hasta Los Vilos y luego tomarnos un ómnibus con todas las cosas hasta Buenos Aires. Por la poca diferencia que había, convenía comprar pasajes ida y vuelta pero como las bicicletas no entraban dentro del concepto de “equipaje” sino como un extra, el costo se triplicaba.

3 – Viajar en avión, ida y vuelta porque no había diferencia, pero al proponerlo como opción lo primero que se nos pasó por la cabeza fue: “viajar en avión debe ser muy caro”. Nos sentamos frente a la computadora y, al mismo tiempo que deseábamos encontrar alguna promoción, buscamos posibilidades.

Lo primero que teníamos que tener en cuenta era el peso de todo lo que íbamos a traer por el famoso precio de “sobre equipaje”. Sabíamos que, más o menos, las dos bicicletas pesarían, con porta equipajes incluidos, entre 30 y 35 kilos.

Pero… ¿y lo demás? ¿Cuántos teníamos en total? No fue muy difícil darnos cuenta que seguro eran más de 60 kilos. Es decir que superábamos ampliamente los 23 kilos por pasajero que te suelen dar las aerolíneas para llevar equipaje en la bodega del avión.

De repente, apareció un vuelo con un precio de promoción. La aerolínea no la conocíamos. Llamamos para preguntar cuánto se podía llevar en bodega porque, por ejemplo, en Aerolíneas Argentinas son 20 en vez de 23 kilos.

Mis ojos se abrieron más de lo normal y mi sonrisa no entraba en mi cara. Corto y Ale no paraba de preguntarme qué me pasaba. “Dejan llevar 32 kilos en bodega y 8 como equipaje de mano”.

¿Qué más podíamos pedir? Vuelo ida y vuelta de oferta y con la posibilidad de traer todo sin pagar sobre equipaje. ¡Ah! Y pudiendo pagar una parte con esos puntos que nos habían quedado en la tarjeta de crédito y que nunca sabíamos en qué canjear.

Así sucede cuando sentimos que vamos por el camino correcto. Cuando, “de repente” todo se va dando de una forma tan… natural.

Y aquí estamos, de nuevo en Buenos Aires, con las bicicletas, alforjas y todo nuestro equipaje. Bah, no. Todo lo que teníamos, no. Tuvimos que dejar un par de cosas porque nos pasábamos del peso permitido.

Lo más importante es que estamos todos juntos y con un nuevo proyecto de viaje. ¿Hacia dónde?

Ya cuando estábamos pedaleando por Chile nos empezó a picar el bichito de cuestionarnos por qué, hasta ahora, no habíamos tenido en cuenta algunos países para recorrer.

Si bien siempre planteamos recorrer Sudamérica por los países del Pacifico, es decir, luego de Chile y Bolivia, ir por Perú, Ecuador, Colombia, también teníamos como ese no se qué pendiente de la parte del Atlántico.

Así que, como si fuéramos un GPS con la vocecita esa de una mujer española, pronunciamos bien alto: “Recalculando…”.

 

recalculando mapa politico de sudamerica nuevo viaje en bicicleta

Saldremos para el lado de Uruguay y sur de Brasil. Así como en Chile decíamos que íbamos a llegar hasta La Serena (que quedará para más adelante) y luego veríamos cómo seguir, esta vez apuntamos a llegar a las Cataratas del Iguazú y después evaluaremos el camino por recorrer.

Ahora seguro que están pensando y queriendo saber cuándo salimos. ¿No?  😉 

 

Si bien tenemos un día en particular al cual estamos apuntando como nueva fecha de salida, no la vamos a decir por ahora hasta tener resuelto unos preparativos importantes.

Pero es en estos días, muy pocos. Así que, quedate por acá, o por alguna de las redes sociales en donde compartimos nuestro viaje – Facebook, Twitter o Instagram – para conocer el día en que volvamos a viajar en bicicleta acompañados por las dos viajeras de cuatro patas: Pioja y Pumba.