Saudade”, para quien no lo sabe, es una palabra del portugués. La conocí en unos de esos momentos difíciles de este viaje. La memoria no me deja mentir, fue en Rio Grande do Sul. Con lágrimas en los ojos afirmaron que lo que a mí me sucedía era sentirme con “saudade”.

Ahora bien. ¿Qué significa esa palabra?

Si queremos buscarle su significado en español, vamos a encontrar que existe una gran discusión y que para la mitad de las personas no tiene una traducción exacta y para la otra mitad vendría a ser “nostalgia” o “melancolía”.

También se relaciona con el “anhelo” o “añoranza”, porque cuando nos dan ejemplos de su utilización, muchos hablan del sentimiento de un recuerdo pasado, del querer volver a un lugar o situación.

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Quien intentó hacerme entender qué es sentirse con “saudade” me hizo una pregunta difícil (en portugués pero yo la traduje para no complicar la lectura):

“¿Qué sentís que te hace falta y que no tenés ahora, que tuviste  y que te gustaría volver a tener?”

Esa adivinanza disfrazada de pregunta se me grabó en la mente. Y para poder darle respuesta, empecé a buscar en el lugar correcto: el pasado.

 

Breve repaso 

Nuestro cambio de vida fue rotundo. No teníamos una casa propia, alquilábamos, pero si éramos dueños, a base de esfuerzo y trabajo, de una gran cantidad de muebles, electrodomésticos, ropa y adornos de toda clase, tamaño y tipo que se puedan imaginar. Parte se vendió, parte se regaló y otra se donó.

Nos quedamos con lo que creímos sería necesario para emprender este nuevo estilo de vida: vivir mientras viajamos (¿o será al revés «viajar mientras vivimos»?). Conforme pasaron los meses, entendimos que estábamos rodeados de cosas que no necesitamos y que, en caso de precisarlas, el camino te las ofrecía.

Renunciamos no solo a los trabajos, sino a la comodidad y certeza de recibir un sueldo todos los meses.

Así, ese 2 de octubre de 2012 pusimos primera y salimos en busca de sentir lo tan anhelado por todo ser humano: la libertad.

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Abandonar la zona de confort no fue tan dramático. El viajar en una casa con ruedas lo hizo bastante fácil. Teníamos casi las mismas comodidades pero a un precio que no nos terminó de convencer.

Sabíamos que una de nuestras preocupaciones iba a ser el dinero para comprar el combustible que nos lleve de un lugar a otro. Pero no estábamos al tanto que también, íbamos a tener que estar pendientes de los múltiples problemas mecánicos del motorhome (por su antigüedad, por su tamaño, por sus “mañas”).

Basar nuestro itinerario en la economía y por si un lugar nos convenía para vender artesanías o no (y en caso contrario, pasarlo de largo) era algo completamente diferente a lo que habíamos imaginado y sobre todo, deseado.

Más de una vez sentenciamos: “Si sabía que íbamos a estar todos los días pendientes y preocupados de ganar dinero, todo para mantener las comodidades que nos da el motorhome , me hubiera quedado en Buenos Aires.”

Y eso nos hizo ruido.

Nueve meses en la ruta nos habían demostrado que varias de las comodidades que creíamos de primera necesidad, en realidad podían ser prescindibles o había otra alternativa más económica.

Por eso el cambio de viajar en motorhome a viajar en bicicleta. Porque además, se trata de una forma de recorrer diferente y, creíamos, que estábamos en la edad justa como para probar lo de viajar a la velocidad de las mariposas.

Brasil cartel de Chui

 

El primer viaje en bicicleta sucedió sin muchos problemas. Hubo un equilibrio entre cosas buenas y de las otras.

Momentos difíciles siempre los va a haber y son aquellos que nos ponen a prueba y los cuales se convierten en las próximas anécdotas a contar.

Pero este viaje… me río cada vez que tengo que buscar una palabra para describir estos seis meses de ruta. Este viaje ha sido bastante diferente a lo que nos imaginamos.

“¿Qué ahí está el verdadero problema? ¿El imaginarse, el poner tantas expectativas?”

Si. Tienen razón.

Marcos, un amigo brasilero, me dijo:

“La desilusión es la visita de la verdad.”

 

Está bien, es normal que uno pueda ver que las cosas no son cómo quería o creían que iban a ser y que no sea otra que la realidad la encargada de mostrarnos del error de esperar que la película tenga el final que uno quiere.

Ahora, lo importante es no dejarse vencer por esa emoción instalada en nuestros cuerpos y poner manos a las obras para salir adelante.

Y ahí empecé a repasar y poner en la balanza todo lo vivido. Soy de las personas que buscan que se incline siempre para el lado positivo. O mejor dicho, realzo las cosas buenas y lustro un poco las otras para que brillen.

También intento encontrarle un “para qué” porque creo en las “causalidades” (lo opuesto a las casualidades).

¿Me arrepiento del cambio de vida? No. Definitivamente no.

¿Quiero seguir con el proyecto de vivir viajando? Si. Absolutamente sí.

 

¿Entonces?
¿Por qué me siento con “saudade”?
¿De qué siento nostalgia?

 

Y el día número 45 de tener que pasarme más de 24 horas dentro de la carpa, con lluvia y frío, sin un baño “convencional” (y eso también incluye los “arbolitos”), sin poder cocinar, incómoda y cansada, lo grité en medio de un ataque de angustia.

“¡Necesito espacio! ¡Mi espacio!” 

Y con Ale nos miramos y sabíamos que a los dos nos pasaba lo mismo. Era hora de hablar y hablar y hablar (después de todo, otra cosa no podíamos hacer si la lluvia no mostraba signos de querer parar).

-“A mi me gustaría poder tener mi guitarra y aprender a tocarla.”

-“Uh estaría bueno. ¿Te imaginas los dos en una calle, vos con la guitarra y yo cantando?”

-“Vos tendrías más tiempo para escribir.”

-“Si. Y me gustaría poder explorar más el tema de dibujar y pintar sin que el tema del peso sea un problema.”

-“¿Vos querés dejar de viajar?”

-“No. ¿Vos querés dejar de viajar?”

-“No”

-“¿Y entonces?”

Lo positivo es que los dos seguimos compartiendo el mismo proyecto de vida. Pero al mismo tiempo queremos nuestro espacio, queremos seguir viajando, queremos seguir haciéndolo en bicicleta y queremos realizar otras actividades sin tener que esperar a dejar de viajar.

¿Se entiende? Porque puede que resulte difícil comprender lo que nos ocurre. Para nosotros lo fue. Al principio. Y también tardamos en tomar la decisión de actuar frente a la incomodidad que sentíamos pensando que “más adelante cambiará”.

Como solemos hacer, soltamos nuestros deseos al aire y pedimos que nos muestren cuál debía ser el camino a tomar.

Si todo esto era una simple coincidencia de situaciones “adversas” o forma parte de un mensaje oculto que buscaba motivarnos a un nuevo cambio de planes, pero no de objetivo y proyecto de vida.

Por eso, hablábamos de estar atravesando momentos difíciles porque nos sentíamos como en el ojo de la tormenta.
Por las Rutas del Mundo - So tem um tempo para ser feliz HOJE

Y buscando sin revolver, dejando fluir, encontrando un hogar brasilero que nos dio la posibilidad de estar tranquilos y reflexionar, fue que encontramos esa nueva luz que nos guíe en el camino, ese arco iris que salió después de tanta lluvia y tormenta.

Así fue que tomamos la decisión de quedarnos durante la temporada en Florianópolis y luego volveríamos a Buenos Aires a descansar y a ordenar un poco los pensamientos y emociones sobre cómo seguir viajando (porque esto no está en duda).

Aprovecharíamos para trabajar y luego, la idea era recorrer la Isla de la Magia.

Pero… ¿Dónde viviríamos durante, por lo menos, tres meses?

Estábamos muy encima de la fecha de llegada y los precios eran muy altos.

Entre charlas y bromas, salió el tema de que, por lo que vemos y leemos, las kombis parecen ideales para viajar porque no son muy grandes pero al mismo tiempo te permiten dormir dentro.

Entonces con Ale empezamos a pensar en comprar una kombi en vez de pagar un alquiler. De paso, tendríamos ese espacio propio que necesitábamos gastando mucho menos además de probar lo que es viajar y vivir en una kombi pensando en un futuro.

Así fue que “Farofa” llegó a nuestras vidas.

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¿Por qué “Farofa”? Porque es una comida típica de Brasil de la cual ya nos hicimos adictos.

De Praia do Rosa nos fuimos a Florianópolis. Así que, podemos decir que ya tuvimos la primera experiencia de viajar en kombi.

Llegamos a Canasvieiras, encontramos un lugar donde estacionar y ahí nos quedamos hasta pasar a ser reconocidos por todos como “los chicos de la kombi blanca”.

Ya sé, quieren saber cómo pudimos comprar una kombi brasilera siendo argentinos. ¿No? Despreocúpense, ya estoy escribiendo una publicación acerca de este tema y otras cuestiones.

¡Ah! ¿También quieren saber qué hicimos con Farofa?
No hay problema, también  estamos preparando otro post contándoles cómo sigue la historia y cómo fue que volvimos a Buenos Aires, porque ese sí, queridos amigos, fue un viaje único e inolvidable.