Para nosotros no fue fácil tomar la decisión. En verdad, yo no estaba de acuerdo pero entendía las razones de Ale y decidí acompañarlo, una vez más. Durante los días que vivimos en un taller mecánico se nos presentó un dilema: nuestras familias habían deslizado la posibilidad de que volvamos a Buenos Aires a visitarlos, cómo les habíamos dicho en abril y luego terminamos yendo a Santiago de Chile.
“¿Qué hacemos? ¿Vamos o no?”
Habíamos hablado de regresar cuando estábamos buscando la forma de recaudar el dinero para reparar El Forastero. Ahora que estaban cerrando la tapa del motor después de haber cambiado las piezas que estaban mal, no era necesario volver. O eso queríamos creer.
Luego de hablar mucho, pero mucho, terminamos confirmando nuestro retorno a Buenos Aires.
Varias personas nos habían comentado sobre la vuelta. Que la prueba más grande era no quedarse. Que íbamos a querer echar raíces. Que si entrábamos al trabajo formal de nuevo, el dinero nos iba a ganar y aburguesar. En fin, muchas frases escuchamos y yo siempre aclaré que eso sería imposible. Y lo sigo sintiendo.
Los días previos a irnos de nuestro hogar sanjuanino me la pase triste, angustiada. Es que lo sentía como una derrota. Si bien el viaje no termina ni terminó sino que aprovechamos la cercanía de la capital del país para visitarla una vez más antes de emprender la parte larga del trayecto, no lograba tranquilizarme. Por momentos las lagrimas brotaban y no las podía ocultar.
Y así llego el día de partir pero El Forastero nos mostró que había otra cosa que debíamos reparar. Algo que según el presupuesto iba a ser igual de costoso que el arreglo del motor. “¿Y ahora qué hacemos? “ “No nos preocupemos, seguro en Buenos Aires tendremos más oportunidades de juntar el dinero para los otros arreglos que nos faltan”. Y eso si que no quería escucharlo. Por momentos imaginaba teniendo que quedarme en San Juan para trabajar y luego de reparar lo que sea que esté haciendo que nos cueste arrancarlo, seguir viajando por la Ruta 40. No, no es lo mismo tener que quedarse un mes en Buenos Aires trabajando que un mes trabajando en Chile o en San Juan o en cualquiera otra parte.
Fueron tantas las ganas de no emprender el regreso que llamé al viento zonda: ráfagas de 100 km/h con mucha arena y tierra hasta pasadas las 4 de la tarde. Pero al otro día no obtuve la misma respuesta de la naturaleza y ya no tenía excusa. ¡Nos estábamos yendo de San Juan rumbo a la ciudad de la furia! Por delante había casi 1200km por recorrer, calculábamos tardar entre 3 y 4 días.
Primero transitamos por la ruta 20, monótona y recta. Del lado derecho la diferencia entre la tierra y el cielo parecía que lo hubieran hecho con un transportador y, de lado izquierdo lo mismo pero con forma de serrucho.
Al llegar a la ciudad de San Luis empalmamos con la ruta 7, la que nos dejaría en la puerta de la casa de Rosita, mama de Ale. Pasamos la noche en una estación de servicios, como solemos hacer. Al día siguiente parece que El Forastero se sentía triste por habernos hecho tomar la decisión de regresar y lloró lágrimas verdes toda la noche. Por sexta vez le teníamos que echar un tapagoteras al radiador. Para peor, tardó más de 15 minutos en arrancar.
Ahí me ilusioné. Estábamos más cerca de San Juan que de Buenos Aires. Con todo esto capaz Ale prefería volver al taller mecánico. Pero otra vez me equivoqué. Por el contrario, solo escuché “Le vamos a meter 12 horas de viaje pero hoy llegamos a General Rodríguez si o si”. ¡¿Qué?! ¡NO! Dijimos que llegábamos en 3 o 4 días. ¿Por qué mundo cruel me haces esto? ¿Qué he hecho? ¿No es que si uno desea algo mucho el universo conspira para cumplírtelo? ¡Yo estoy deseando no regresar a Buenos Aires hace mucho y con todas mis fuerzas! ¿Quién fue el que creyó que estábamos jugando al teléfono descompuesto?
Me la pasé todo el día viendo como los números de la ruta descendían. Y cayó la noche y todavía seguíamos rodando. “Amor, por favor, promete que vamos a volver a salir”, repetía todo el tiempo.
Y llegamos de sorpresa a lo de mi suegra. A ella nunca le habíamos dicho que ese día íbamos a llegar después de una maratón kilométrica. Habían pasado 25 minutos de las once de la noche cuando se apagó el motor y con el envión llegamos a la puerta de la casa. Ale la llamó para avisarle que ya habíamos estacionado y elogió lo bien cortado que estaba el pasto del jardín. “¿Cómo sabes?” Se escuchó del otro lado, y Ale le pidió que abra la puerta.
¡Qué enorme sonrisa tenía Rosa! Nunca la vi tan contenta. Es que habían pasado 9 meses desde la última vez que se abrazaron madre e hijo. Durante lo que duró nuestro viaje sólo por teléfono nos comunicábamos con ella.
Dos días después me subí a un colectivo para llegar a la estación de tren Moreno y tomar el Sarmiento hasta Caballito. Todo el viaje me la pasé llorando por varios motivos. Entre otros, seguir sin entender que hacía ahí.
Después de dos horas viajando por los distintos transportes públicos y de reencontrarme con esta ciudad, volví a tocar el portero eléctrico del edificio de la casa de mi mama. Vive en un primer piso y nunca espera el ascensor, así que desde que me atendió hasta que abrió la puerta del hall hubo sólo 25 segundos. Se nota que me estaba esperando.
Y ahí apareció ella, con una gigante sonrisa en su cara. Me abrazó y me dio muchos besos. Luego también vi las sonrisas de mis hermanos. Y ahí entendí por que volvimos a Buenos Aires, para grabar y guardar en nuestros cofres de los recuerdos las sonrisas de ellas, de las mamas. A las únicas que les duele más que nada que estemos viajando pero que se lo callan con tal de que nosotros seamos felices. Que se van a bancar no vernos por un tiempo largo con tal de seguir viendo las fotos que subimos a internet en las que, en primer plano, se ven nuestras sonrisas.
Para muchos lo primero que vemos al nacer. Uno no tiene ese recuerdo presente, pero si sabemos bien cual es el sentimiento que produce ver la sonrisa de mamá.
¡Qué intenso debe ser volverrrrr! Pero es cierto, no se debe borrar la sonrisa de la cara en horas 🙂
que este regreso sirva para cargar muchos mimos, abrazos, snrisas, caricias, besos suaves, de esos que solo las madres sabemos brindar. carguen las mochilas de todo esto y que les dure hasta el gran norte.
cualquier sonrisa justifica el regreso y mas si es la de las madres.
¡¡¡arranquen!!!
proa al Norte. los esquimales esperan ansiosos.
avisen tal vez nos podamos ver en alguna ruta
jose adriana y pincen de lequetan
Magali! Si, muy intenso esto de volver. Muchos sentimientos cruzados y de a poco vamos cayendo. Hay dias y dias, pero vamos contando lo poco que nos falta para arrancar de nuevo.
Flia Lequetan! Siempre los recordamos con mucho cariño!! Siii, obvio que les vamos a avisar. Uds por donde están ahora? Nosotros terminamos de arreglar al Forastero y de comprarle zapatillas nuevas y salimos rumbo al norte!!! Muchos esquimales ya nos escribieron diciéndonos que nos esperan 🙂
Ay, leyendo esto pensé en la cara de mi mamá si me fuese tanto tiempo. Yo creo que se pasa una semana llorando! Cuando me fui a vivir con mi novio se puso a llorar desconsoladamente! Eso sí, las sonrisas de nuestras mamás son hermosas!
Ah, y yo también vivo en Caballito!
Si, es que a veces es mejor ni pensar en como sufren ellas cuando no te ven durante mucho tiempo. Por suerte, mi mama siempre me dijo que los hijos son de la vida y no de ella, asi que nos deja ser libres. Estamos en Almagro nosotros, cerca del Parque Centenario 🙂
Me hizo acordar TANTO a mi mamá! Yo se que ella está feliz de que esté viajando, y por otro lado… le da tanta pena no tenerme cerca… debe ser fuerte tener que luchar con ambos sentimientos, y poder sonreírnos a los hijos para que sigamos nuestros caminos… Besos!!
Sii, es asi Nati. Pero ellas tienen la capacidad de sonreirte… inclusive cuando te estas yendo de viaje y saben que por mucho tiempo no te van a ver. Te sonrien, siempre. 🙂
Que lindo relato y que lindos esos abrazos fuertes que te dejan sin aire!!
Despues de 9 meses, nos dimos cuenta cuanto extrañabamos y lo necesitabamos. 🙂
Qué bonito relato… nada como la sonrisa de una madre, tienes razón. Y más cuando nos esperan después de un tiempo de no podernos ver en persona. A la mía también se le ilumina el rostro cuando nos vemos. 🙂
Gracias! Todas las madres tienen esa luz cuando ven a sus hijos… desde que nos ven la primera vez!! 🙂
Si, bien vale una vuelta para darle la oportunidad a tu vieja de abrazarte
Saludos
Eso es lo que sentimos Seba, nos dimos cuenta que la vuelta valia la pena solo por verlas a ellas de nuevo. Abrazo!
Que dulce relato!!! Cuánta emoción toda junta!!!
Gracias Ma! 🙂
Uf, qué difícil que se me hizo terminar la lectura del post. Creeme si te digo que que sentía tu angustia, y, eso que por el face estoy al tanto de cada kilómetro que recorren, vicisitudes y demás.
Como sea, ustedes ya lo saben esto es sólo una pausa necesaria para llegar a Alaska!
Chicos, les mando un abrazo enorme!!! 🙂
Son las vacaciones o una parada técnica! Todo por llegar a Alaska 🙂
Gracias Juan por el aguante de siempre, un abrazo!!! 🙂
Cuando el hogar es la ruta, pareciera que volver al Hogar es más difícil. O tal vez ustedes tienen hogar donde sea que vayan?! celebro eso! lo bueno es que, en cada lugar, de seguro van a encontrar una sonrisa abriendo la puerta.
Si, fue todo complejo. Felicidad de volver a ver a los afectos pero tristeza por dejar de vivir, por un tiempito, el estilo de vida que nos hace felices. 🙂
Hola Chicos!!! Que lindo relato!! Me hicieron recordar cuando volví a Baires, tenia sentimientos parecidos, pero después entendí que era una pausa en mi viaje para seguir con más pilas!
La alegria y emoción de mi familia cuando me vieron por sorpresa fue impagable!!
Hay que aprovechar cada abrazo!! Te llena el alma!!! 🙂
Saludos Chicos!!
Si, es asi. No es que frenamos, sino que retrocedimos un poco para dar un gran salto 😉
ay chicos me hicieron llorar!!!
entiendo muy bien eso de la vuelta, nosotros viajamos por casi 3 años y por más que uno extrañe está cumpliendo sus sueños! es mucho más dificil para los que se quedan en la rutina!
Pero ánimo que seguro arreglan a forastero rápido y siguen con su aventura!!! les mando un beso desde «cerca»! (yo de chica vivía en Francisco Alvarez, cerquita de Gral Rodiguez y hoy vivo en Caballito cerca de la estación de tren!)
casualidad? o causalidad????
Besos
Vir
Lo dificil tambien es que uno que viajo y vio que se puede vivir de otra forma, volver y chocar con la rutina. Ver como todos se quejan de la vida que tienen pero que les cuesta atreverse a hacer lo que les gusta.
Mira las causalidades!! Nosotros estamos cerca del parque Centenario 🙂 Besos tocaya!!!
Uy chicos qué fuerte! Yo también vivo en Buenos Aires, y después de viajar es muy dificil volver a ella. En el caso de ustedes, creo que es una visita y pronto estarán viajando nuevamente. Y encima al otro día de volver tener que viajar en el sarmiento es un castigo! (soy de haedo ja, y hablo con conocimiento de causa). Pero las sonrisas de sus familias, abrazos y mimos, les van a recontra cargar las pilas!
Y me mató que el forastero lloró… Cuando viajamos con un vehículo hay una conexión, cobra alma… Yo cunado La Gorda estaba enfermita le hablaba, le acariciaba el volante jeje… (que loca..)
Me gustó mucho su veo veo y en algunas cosas me sentí muy identificada. Abrazos!
Tati, si… volver a subirse al sarmiento fue «uffff». Porque, si bien uno tiene la alternativa del colectivo, el tren es mas rapido y economico pero despues de los sucesos que hubo estaba el «no te subas en los primeros, tampoco en el ultimo, menos en el furgon…». En fin, todo muy triste. Me toco viajar con personas que la pasaban mal, que si se paraba entre medio de estaciones se paraban y caminaban…
Para nosotros el Forastero es un integrante mas de este viaje! Siempre decimos que somos 5 viajando jaja y el que decide a donde ir y cuando termina siendo el 🙂 Abrazos
Comprendo la mufa por volver, y también las sonrisas enormes de las madres… yo ya estuve de ambos lados del mostrador. En el fondo, esos son tesoros que los van a acompañar toda la vida… aprovechen mientras las tienen! Y buen viaje en la nueva etapa!
¡Hola Enrique! Si, estamos haciendo eso… juntando muchas sonrisas y buenos momentos para cuando volvamos a salir. Gracias, besos!! 🙂