Viajar a dedo o «haciendo autostop» es una de las formas más populares de viajar. 

 

Reconozco que cuando comencé a planear el viaje por América junto a Ale y las perras, la opción de viajar a dedo fue la primera que descarté. Ni me tomé el trabajo de averiguar si había experiencias de viajeros acompañados por sus perros que estén usando esa técnica para viajar. Lo consideraba imposible. Pero el viaje me demostró que el slogan «imposible is nothing» lo podía aplicar a mi vida. 

En el primer viaje en bicicleta, cuando estábamos por el norte de Chile, tuvimos un llamado que cambió nuestro planes. Teníamos que volver a Buenos Aires en menos de cinco días.

¡Cinco días para hacer más de 2000 kilómetros! ¡Cinco días para recorrer lo que nos llevó más de tres meses! 

Ese día de pedaleo fue intenso. No solo porque la ruta tenía muchas cuestas y eso nos obligaba a bajar de las bicis. En cada parada compartíamos ideas sobre cómo hacer, cómo volver los cuatro de forma rápida y con bajo presupuesto.

En un descanso le comenté a Ale la idea de intentar volver haciendo dedo. «¿Viajar a dedo con perros? ¿Te parece?». Siempre recibimos buenos comentarios por estar acompañados de Pioja y Pumba. Las personas se acercaban y empatizaban bastante con nosotros. 

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Qué suerte que creí que era posible viajar a dedo con las perras porque fue una experiencia excelente. Muchos podrán decir que fue la suerte de principiante. Pero la realidad es que al momento, solo tengo esa experiencia de viajar haciendo autostop (¿el 2017 me sorprenderá?).

Por eso le pedí a cinco viajeros que están dando la vuelta al mundo a dedo que nos cuenten los pros y contras, sus anécdotas y nos compartan información útil sobre cómo hacerlo.

Sí estás pensando en hacer un viaje a dedo pero tienes dudas, lo que viene a continuación es para vos.

Primero, presento a los protagonistas:

 

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¿Por qué viajar a dedo?

 

Valen | Un poco de sur: Porque es una manera estupenda de conocer gente real, cuando se viaja en medios de transporte «habituales» es muy posible alienarse de la realidad, ser un turista más y olvidarte de que, de verdad, lo que importan no son los lugares sino su gente. Viajando a dedo haces amigos para siempre y conoces historias que de otra manera sería imposible.

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Claudia | Dale viaja: Viajamos a dedo cuando viajamos sin tiempo. Nos gusta estar al costado de la ruta, viviendo los minutos u horas que transcurren hasta que alguien nos levanta, sintiendo el tiempo en nuestra piel. Ese no hacer nada para nosotros es un placer, es una oportunidad para despejarse de toda preocupación más que llegue un vehículo solidario y es cuando la magia juega con nosotros y nuestros pensamientos.

 

Mariano | El gran viaje: Viajo a dedo porque creo que es la mejor manera de conectarse con las personas locales mientras uno viaja y es una parte importante de nuestros caminos. Cuando una persona decide llevarte, es porque quiere conocerte, porque quiere saber de vos y de tu viaje. Además, una persona que te levanta cuando estás ahí al costado de la ruta quiere ayudarte y conversar con vos, contarte de su ciudad, de su país y de una partecita de su vida. En cierta forma, que te inviten a compartir el viaje en su vehículo es como si te abrieran las puertas de su casa. Un ejemplo claro de esto es cuando alguien que conduce un camión decide llevarte, ya que por lejos ellos pasan más horas en ese vehículo que en cualquier casa. Ahí queda claro la importancia de que decidan compartir con nosotros ese espacio, ¿no?

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Camu y Marian | Trayectorias en viaje: Viajamos a dedo principalmente por dos razones: por la plata y por la experiencia. 

La económica: es obvio decir que nos permite ahorrar plata y por lo tanto gastarla en otra cosa. En países donde el transporte es caro, como Uruguay, Chile o Brasil, es una gran forma de hacer posible el viaje.

La experiencial: Nunca habíamos hecho dedo hasta el momento que empezamos con nuestra vida itinerante. Y más allá de la cuestión económica, es sumamente satisfactorio el momento en que te para un auto o camión interesado en subirte. A veces porque quiere compañía, otras porque quiere ayudarte, otras porque le parece lo más normal del mundo. Y a partir de ese momento sabemos que se bifurcan los caminos con distintas posibilidades y las experiencias que de allí surgen son inolvidables.

 

Dino | Magia en el Camino: Tengo 46 años y sigue siendo una de las maneras que más me gusta de viajar. En un principio, cuando ni llegaba a los 20, era una opción para ahorrar dinero. Luego, con el correr de los kilómetros, me di cuenta que era una manera más “auténtica” de viajar (lo pongo entre comillas porque ahora pienso que todos los tipos de viajes tienen algo de auténtico y que no hay formas de viajar mejores o peores).

Siempre digo que la incertidumbre es libertad. Viajar a dedo forma parte del ser o sentirme libre. Salir a la ruta con la incertidumbre de no saber quién te va a parar, ni cuándo ni hasta dónde va a llevarte. Muchas veces un tramo de unas horas se convirtió en un día o más, porque me invitaron a comer, a tomar algo y hasta a dormir en sus casas sin conocerme. O solo conociéndome unas pocas horas.

Al hacer dedo podés entablar una relación con alguien que puede trasnformarse en un gran amigo del camino o en una grata compañía. Charlar, saber cómo es la vida de esa persona en su lugar, su cotidianidad, sus gustos y, a través de eso que te cuenta tratar de entender un poco más la realidad del lugar por donde te estás moviendo, es otra de las cosas que me encantan de este tipo de viaje. Hemos tenido experiencias increíbles con personas que nos levantaron en el camino. 

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Dejo aquí un extracto de nuestro libro “Magia es Viajar”, donde de alguna manera explica lo que siento cuando estoy por salir a la ruta a levantar mi dedo pulgar:

“Vi una foto: Aldana sentada al costado de una cama, en la casa de Utkü, el chico turco que nos alojó en Gaborone, Botswana. En la foto, Aldana estaba escribiendo con un fibrón negro “To Palapye” (hacia Palapye) en una hoja A4 de nuestro “kit de dedo”, que apoyaba sobre su falda. Al otro día temprano, saldríamos una vez más a la ruta con la adrenalina correspondiente. Eso, justamente eso, es lo que me volvió a generar: adrenalina. Ver otra vez la foto donde nos preparábamos para hacer dedo me hizo sentir igual que cuando realmente estoy por salir a hacerlo.”

 

 

¿Qué tiene de diferente el viajar a dedo a hacerlo en vehículos propios/alquilados o medios de transportes (avión, bus, tren)?

 

Camu y Marian: Para nosotros es una forma simple de tener acceso a una historia de vida particular; simple como la nuestra o como la de cualquiera. Conocés algo de su vida cotidiana, sus opiniones, sus reflexiones.

El tiempo que dura el viaje siempre es intenso, es un desafío llevar adelante una conversación y generar un real encuentro, un desafío mucho mayor incluso que el de estar en la ruta con el dedo pulgar en movimiento. Muchas veces no coincidimos en nada y otras ni siquiera nos entendemos del todo (sobre todo en Brasil).

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Aunque no somos fundamentalistas del dedo, nos gusta salir de la comodidad del ómnibus y entregarnos a la incertidumbre y la posibilidad de conocer a alguien que confía en vos sin conocerte y que quiere ayudarte.

 

Mariano: Con mi compañera de aventuras no somos de los que preferimos viajar a dedo el 99% del tiempo, sino que combinamos distintos medios de transporte debido a un gran número de factores, si bien mayormente lo hacemos a dedo. Muchas veces puede resultar más rápido que tomar un bus o un tren, pero cuenta con esa incertidumbre que le da un gustito especial al viaje, aunque si uno tiene un determinado compromiso que no puede esperar, a veces se precisa un poco más de certidumbre. 

El bus en particular siempre termina siendo, al menos para nosotros, la última opción. Lo que sí, amamos el tren, por lo que cuando hay una opción de hacer un buen tramo en tren a un precio razonable, no lo dudamos. El avión, por otra parte, lo veo como una forma de transitar más rápido por lugares ya conocidos, de usar en caso de urgencias, o para comenzar un viaje por un lugar bien distante en donde no sea viable llegar por tierra y agua. Ya veremos, sin embargo, si cuando viajemos por Europa lo consideraremos un poco más para vuelos internos. En Sudamérica, los vuelos internos me resultan demasiado caros como para considerarlos una opción frecuente.
 
Finalmente, el viajar con vehículo tiene para mí una gran cantidad de gastos y responsabilidades adicionales que, al menos en este momento no queremos afrontar y que va en contra de la vida minimalista que hemos decido afrontar. Hoy disfrutamos la libertad de andar «liviano de equipaje». No descartaríamos alquilar un auto en determinada parte de un futuro viaje, pero por ahora haciendo dedo no tuvimos la necesidad, ya que, teniendo el tiempo suficiente, mientras pasen autos por un camino, no hay lugar al que no se pueda llegar a dedo.

 

¿Viajar a dedo fue la primera opción para viajar que tuviste en cuenta? 

 

Dino: Cuando era chico, digamos 17 años, lo evaluaba como posibilidad, pero no era determinante ni definitiva. Salía a la ruta y en los casos que podía o tenía ganas lo hacía. Casi todos los veranos me iba al sur la mayor cantidad de tiempo posible. Y viajar a dedo por la Patagonia me gustaba mucho, sobre todo compartir tiempo con los camioneros. En ese momento había muchos mochileros que estaban viajando a dedo y parecía que la moda era estar lo más desprolijo y sucio posible. Yo en cambio, cada vez que salía a la ruta o me paraba en una estación de servicio para hablar con los camioneros estaba limpio y presentable. Y muchas veces esa fue la causa por la que me han dicho que sí. En esos primeros viajes solía hacer un mix entre transporte público y dedo. Por ejemplo, salir de las ciudades grandes a dedo es muy difícil, por lo que salir en transporte público hasta la primera estación de servicio ya en la ruta o hasta el primer pueblo es lo ideal. Desde ahí es mucho más sencillo que te levanten.

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Cuando hicimos el viaje de Venezuela a la Argentina a dedo con Aldana (que duró seis meses) o el viaje por el sur de África (que duró tres), presentando nuestro proyecto social/mágico, el dedo fue una elección desde el primer momento porque el tipo de viaje fue especial en ambos casos. Queríamos estar más en contacto con las personas que vivían en los lugares y con las personas que iban a disfrutar de la magia y por eso la opción del dedo fue la primera.

Ahora que tengo un hijo de tres años me muero de ganas de hacer dedo con él. Cada vez  que estamos en la ruta quiero intentarlo y sé que no se puede. Lo intenté y confirmé que todavía es muy chico. El primer problema es su seguridad, pero para eso le mandé a fabricar un adaptador de cinturón de seguridad. El segundo problema es que no se queda quieto, por lo tanto, una espera al costado de la ruta o en una estación de servicio es un peligro. Cada vez que insisto con esto Aldana me para y me dice que tengo que controlar la ansiedad porque tenemos que esperar. Esta es una de las tantas cosas que te cambia en los viajes con niños.

Información útil de «Magia en el camino»: Consejos para hacer autostop

 

Valen: Sí, en un principio por presupuesto, en realidad yo apenas había viajado a dedo, es decir, había hecho 30 km de mi casa a un pueblo cercano «a menudo» pero eso era todo. Cuando lo planteé como opción fue por presupuesto, una vez tuvimos más presupuesto seguimos haciéndolo porque nos pareció una experiencia estupenda.

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Información útil de «Un poco de sur»: Consejos para hacer dedo por la Ruta 3 en Argentina

 

¿Cuáles son las ventajas de viajar a dedo?

 

Mariano: Viajar a dedo tiene muchas ventajas. La primera, que resulta evidente, es que es una gran forma de ahorrar dinero en transporte mientras uno viaja. Pero para mí, eso tiene que ser secundario: cuando entendés que es una forma única de conectarte con la gente local mientras te desplazás por un país, que te facilita el conocer más de la cultura, historia y atractivos del lugar, que te permite encontrar algún lugar donde quedarte en alguna etapa de tu viaje y tanto más, te puedo asegurar que muchas veces lo seguiría optando, aunque tenga el mismo costo que otros medios de transporte.

 

Claudia: Creo que las ventajas son dobles, para nosotros son: conocer gente local, conversar de lo que sea, disfrutamos conversar sobre cualquier tema de la vida, a veces hablar del viaje de uno puede ser cansador y creo que para el que levanta también disfruta de un mate, una conversación y compañía.

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Dino: Creo que la ventaja por la que la mayoría comienza a viajar a dedo es por el ahorro de dinero, pero en seguida viene el enamoramiento por este estilo de viaje. Saber que uno puede desplazarse gratis es una manera de que el poco dinero no sea un impedimento para viajar. Y, si encima, cuenta con muchas otras ventajas como hacer amigos, conocer gente que puede ser un héroe anónimo o que puede darnos una mano en alguna cosa que ni nos imaginamos, acercarnos a la cultura del lugar, todo es mejor. A lo que hay que sumarle la ventaja de la libertad que te genera viajar así. Si bien no es una libertad total (como por ejemplo en la bicicleta) porque dependes del otro, es mucho más libre que los medios de transporte más tradicionales. Pero como decimos siempre, cada forma de viajar tiene sus cosas buenas e interesantes.

Particularmente siempre tuve buenas experiencias, por lo que fue fácil enamorarme de este estilo de viaje. Claro que, como todo, tiene sus cosas no tan buenas. A veces es cansadora la espera, a veces te dejan en el medio de la nada, a veces estás muerto de sueño y el conductor te habla mucho, a veces no te habla nada y podés sentirte incómodo, a veces te quedás sin víveres, etcétera.

¿Cuáles son las desventajas?

 

Camu y Marian: Fundamentalmente el no poder manejar tu tiempo. Uno nunca sabe si va a estar 20 minutos o dos horas esperando. Ni sabemos si el camión va a poder pasar los 60 km /h o si el auto va a ir a 140. Uno está casi totalmente entregado a la persona que te levanta. Siempre que hacemos dedo sabemos cuándo salimos, pero no cuándo llegamos.

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Otra desventaja es la posibilidad de quedarte en un lugar de complicado. Léase: en la mitad de la nada, a la noche, lejos del lugar que tenés que ir para llegar caminando pero por donde no pasa nadie. Eso con la experiencia se puede ir manejando, pero siempre hay imprevistos.

Puede llegar a ser muy cansador, mental y físicamente cuando hacer dedo no funciona.

 

Valen: El tiempo es la principal desventaja, porque nunca sabes bien donde llegas ni cuando. También porque lo ideal es tener la mente abierta, es decir, nos ha pasado de tener que decir que no a invitaciones porque teníamos que seguir el camino y eso ha sido un poco frustrante, si viajas a dedo ojalá sea con todo el tiempo del mundo.

 

¿Viajar a dedo es sinónimo de viajar gratis? 

 

Claudia: No creemos que viajar a dedo sea sólo sinónimo de viajar gratis. Que un no paga es cierto y ayuda muchísimo al presupuesto, pero diríamos que viajar a dedo es enriquecedor, es como conocer el corazón del lugar, que son sus personas y eso muchas veces no se da tan fácil. Viajar a dedo y más si son distancias largas, permite generar relaciones a veces muy fuertes que perduran en el tiempo. Entonces si supiéramos que con cada viaje a dedo vamos a tener una experiencia enriquecedora como la mayoría de las que hemos tenido viajando, hasta incluso pagaríamos.

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Camu y Marian: En general no creemos que haya nada gratis. En términos estrictamente económicos sí es mucho más barato, aunque hay veces en las que uno intenta colaborar con algo: el peaje si es un auto particular, algo para tomar o comer si es un camionero.

Aunque a veces te puede pasar que te inviten todo y te termine saliendo totalmente gratis y encima ahorrás en comida o bebida. Hay quienes te invitan a comer o a pasar la noche.

De cualquier forma, no creemos que viajar a dedo sea sinónimo de viajar gratis porque uno, en la mayoría de los casos, tiene que poner algo de si, sea su tiempo (de espera), su esfuerzo (si toca caminar mucho o esperar al sol) o muchas veces un dinero para colaborar con la causa.

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¿Te pasó que hayas sentido desconfianza de quien paró? ¿Qué hiciste en ese momento? 

 

Mariano: La verdad es que no nos pasó nunca tener desconfianza de alguien que haya parado, de manera de que no quisiéramos subirnos. Sé de algunos viajeros amigos que recomiendan en esos casos hacerse el desorientado y comentar que en realidad iban para otro lado, pero sinceramente nunca tuvimos que usar esa técnica.

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Lo que sí nos ha pasado alguna veces que nos ha dado un poco de desconfianza – pero ya una vez en camino –, es que nos ha tocado alguno que otro conductor que andaba un poco más rápido de lo que nos hubiera gustado, pero nada demasiado importante. Muchos, inclusive, han tenido el gesto de decirnos que en general pisan mucho más el acelerador, pero que por respeto, no lo estaban haciendo con nosotros a bordo.
Información útil de «El gran viaje»: 16 consejos para hacer un viaje a dedo 
 
Camu y Marian: Sí, nos pasó de sentir desconfianza con gente que paró y no nos subimos poniendo alguna excusa. También nos sentimos raros una vez con un camionero de Chile que estaba enfermo con fiebre, se automedicaba y a la noche solo durmió cuatro horas. En ese caso seguimos porque nos dejaba exactamente donde necesitábamos y porque sentíamos que también le hacíamos un favor a él al hacerle compañía.Y después algunas veces pensamos “quién nos mandó a subirnos con este/a loquito/a” pero afortunadamente nunca pasó nada malo.

Nosotros recomendamos viajar a dedo, o hacerlo cada tanto o experimentarlo alguna vez, porque es un desafío a la comodidad y a las certezas, a los miedos e inseguridades. Y también porque te abre una abanico de posibilidades.

 

Claudia: Sí, viajando una vez con una amiga -ella no tenía experiencia viajando a dedo-, sentí que el «ojo fino» lo tenía yo y cometí el error de prejuzgar a un hombre mayor por su aspecto y el de su camioneta, si bien no me equivoqué tanto (al señor le gustaba hablar de sus relaciones sexuales pasadas), me terminó sorprendiendo porque con 75 años y un solo ojo manejaba excelente. En plena ruta 40 se pinchó una rueda, disfrutamos de las estrellas y le regalé mi linterna de cabeza.

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Información útil de «Dale viaja»: 10 consejos para viajar haciendo dedo

 

Valen: Nunca con alguien que me parara pero si una vez dentro, unas tres de veces, la primera en Argentina un tipo que conducía como un loco, tanto que los cables del coche estaban peladísimos por la carretera de ripio y de ir tan rápido acabaron prendiéndose fuego (no miento), con este no nos quedo más que aguantar hasta que hubiese algo de civilización porque no estábamos preparados.

Las otras dos veces fueron curiosamente ambas en Francia, una nos bajamos porque el camionero se puso un poco «tocón» y la otra un tipo con el que no nos subimos, tenia el carro lleno de mierda y ni cabíamos y el insistía que nos metiéramos… fue todo un poco raro.
 
Lo ideal es seguir el instinto, si algo te dice que algo no va bien hazle caso. Por otro lado tuve una experiencia contraria, un carro que no me inspiraba nada de confianza, nos subimos y resulto ser la persona más adorable del mundo. Puedes ver la historia aquí: «El repartidor de flores».

Dino: Otra vez voy a citar un texto de nuestro libro que responde perfectamente a esta pregunta:

“Mientras esperábamos en el hiking spot de Letihakane, se detuvo un auto. Les explicamos a sus ocupantes que íbamos hasta Maun y que estábamos viajando a dedo. La mujer, sentada en el asiento del acompañante y con un leve gesto, hizo que el conductor se bajara para ayudarnos a colocar nuestras mochilas en el baúl. Nos subimos en el asiento trasero y arrancamos. Lo bueno es que iban derecho hasta Maun. Pero no pasaron ni dos minutos que se detuvieron. El conductor se bajó del auto y trajo cervezas que tenían guardadas en una heladerita en el baúl. No trajo dos o tres, trajo tres paquetes de seis latas cada uno. Las latas que tenían abiertas en el suelo del auto ya sumaban al menos doce o catorce. La acompañante, que manejaba todo menos el auto, repartió una lata para nuestro compañero de asiento, una para el conductor y una para ella. Si bien no hubiésemos aceptado, a nosotros jamás nos ofreció. Cuando se les acabó, comenzó a repartir otra vuelta. Con Aldana nos mirábamos. La situación no era muy alentadora. “Por favor, no beba más que está conduciendo. No es seguro”, le dije al conductor un poco preocupado. Por el gesto que nos hizo pareció entender, pero a quien no le gustó nada mi comentario fue a “la jefa”, que ya tenía los ojos brillosos, los párpados a media asta y un tono de voz un poco agresivo.”

Aldana tiene una anécdota de cuando viajó con una amiga al norte de Argentina. Tendría unos 20 años. Estaban en Cachi y querían ir a las ruinas de Quilmes. Estaban haciendo dedo a la salida del pueblo, en una especie de bar. Paró un auto y le preguntaron al conductor si iba en esa dirección. El conductor le dijo que sí, que tenía que ir a buscar unas cosas y pasaba a buscarlas. Como el auto tenía un cartel que decía “taxi”, le aclararon que iban a “dedo”. Él les repitió que sí, que por favor lo esperen.

A los pocos minutos apareció el auto. Pero ya no tenía el cartel de “taxi” y el hombre estaba acompañado de otro hombre. La amiga de Aldana se estaba por subir al auto cuando Aldana la paró y le dijo al señor: “disculpe, pero cambiamos de opinión, no vamos a ir porque nos encontramos con unos amigos y vamos a ir mañana todos juntos”. Al señor no le gustó nada y se fue murmurando por lo bajo. La amiga de ella no entendía nada. Cuando le explicó por qué tuvo el impulso de decir eso, ella se puso más nerviosa. Es que le había llamado la atención lo del cartel y lo del acompañante. Por eso siempre dice, y decimos, que una de las cuestiones a tener en cuenta es la intuición. Nunca falla.

 

Si estás pensando de qué forma viajar, te recomiendo que también leas:

«Viajar en transporte público, una buena alternativa».

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Ahora es tu turno de compartir.

¿Alguna vez viajaste a dedo? ¿Cuál fue tu experiencia?