Gualeguaychu: buena suerte, buena vida.
Apenas entramos a Gualeguaychu, una señora nos dijo «buena suerte, buena vida». Desde ese momento, la magia de la ciudad se presentó día a día.
Apenas entramos a Gualeguaychu, una señora nos dijo «buena suerte, buena vida». Desde ese momento, la magia de la ciudad se presentó día a día.
Las sensaciones de viajar en bicicleta quedaron intactas en los tres meses que tuvimos que esperar hasta volver las rutas. Otra vez, viviendo en las manos del destino o de una moneda también.
Un cartel nos daba la bienvenida a la cuarta región. La ruta en Chile nos seguiría sorprendiendo día a día. Por sus cuestas, por su gente, por su magia.
Seguimos en la Ruta del Mar y llegamos a Papudo. Allí vivimos encuentros, recuerdos y cinco días de vida al aire libre. Un día más mágico que el otro.
Seguimos recorriendo Chile y elegimos hacerlo por la Ruta del Mar. Pensamos que lo mejor sería pedalear con el mar de compañero pero, una vez más, el camino nos tenía preparadas varias sorpresas.
Estabamos ansiosos por llegar a las orillas del Océano Pacífico pero lo que nos sucedió en el camino nos mostro que lo que importa no es el destino en si, sino lo que ocurre durante. Tardamos más de lo que creíamos pero también disfrutamos más de lo que esperabamos.