Nota: Al final de la publicación se encuentra un link con info útil para viajeros en bici que estén por pedalear la ruta BR 471 desde Chui hasta la ciudad de Rio Grande do Sul.
Nota 2: Para comprender el por qué de la segunda parte del título, les recomendamos leer la trilogía de “Pequeñas historias y grandes historias del Uruguay”.

Brasil cartel de Chui

El paso por la Aduana de Brasil estuvo cargado de varias emociones. Los trámites de salida e ingreso los hicimos dos días antes porque se vencía el plazo de 90 días que tenía para permanecer en Uruguay.

Solo debíamos seguir de largo. Imitar a los pingüinos de “Madagascar” cuando dicen: “sonrían y saluden”.

Por delante, unos 250 kilómetros hasta Rio Grande do Sul. En el camino, diferentes opiniones pero la misma conclusión: “no van a encontrar nada”.

El sol ya se había encargado de calentar el ambiente. Tantos días de nubes y frío hacen que uno lo extrañe más de la cuenta.

A los cinco kilómetros frenamos. Las sonrisas no entraban en nuestros rostros.

“¡Estamos en Brasil!” gritamos y chocamos las manos.

Entre las despedidas del Chui y la ansiedad del momento, nos  habíamos olvidado de almorzar. Pero no queríamos parar. Aprovechamos el regalo de Paula, Lola y Leo y nos comimos todas las semillas de girasol con salsa de soja que había en la bolsita. También probamos el agua con jengibre y hojas de lemon grass que nos prepararon, del cual ya nos hicimos adictos.

En la entrada del primer pueblo, Santa Vitoria do Palmar, teníamos el primer desafío de comunicarnos con alguien para que nos indique donde estaba la estación de servicios.

Entendimos que estaba a “cinco kilómetros más adelante”. Pero, tras pedalear esa distancia, nos encontramos con un cartel que indicaba que para el “posto de gassolina” faltaban otros cinco kilómetros más.

De a poco, el ambiente se fue tiñendo de naranja y podíamos observar las luces de los molinos de viento, que adornan el paisaje a los costados, parpadear al mismo tiempo.

Lola, la hija de Leo y Paula de siete años, me había enseñado un par de palabras y la pregunta más importante: “¿Voce me deixa montar a barraca uma noite?” (¿Usted me deja armar la carpa por una noche?).

No voy a mentir. Un poco me temblaban las piernas. Pero decidida me paré frente al chico de la estación de servicios e intenté hacerme entender.

Nos asombramos cuando le comprendimos muy bien lo que nos decía. El dueño del lugar no tenía problema en que nos quedemos y nos señaló dónde armar la carpa.

Cuando estábamos yendo hacia atrás de la estación, desde la gomería (que se encontraba al costado) salió un chico corriendo. Cuando nos alcanzó, de forma muy rápida, nos hablaba en portugués.

Algo le entendíamos. Nos estaba ofreciendo acampar debajo del techo de su negocio para que no pasemos frío y el viento nos deje dormir. Lástima que nuestra carpa no entraba en el lugar, pero el gesto ya nos hizo relajarnos con respecto a no saber el idioma o sobre los prejuicios que existen en torno a la relación argentinos-brasileros.

Al otro día, cuando estábamos levantando campamento, tres cicloviajeros llegaron a la estación de servicios. Desde Camboriu estaban viajando hasta Punta del Este. Su primer viaje en bicicleta. No nos llamó la atención que no tuvieran conocimientos previos ni fueran ciclistas (lo mismo ocurre con nosotros) sino que todas sus pertenencias estaban distribuidas en cajas que llevaban en la parte de atrás. Claro ejemplo de que cuando se quiere, se puede. Y que no es necesario contar con el mejor y más caro equipo para cumplir un sueño.

El viento en contra nos hizo cambiar de planes y pasar la noche al costado de la ruta. A diferencia de Uruguay, la mayoría del camino está entre alambrados. Pero el que busca, encuentra (dicen).

A 25 kilómetros había otra estación de servicios y nosotros ya empezábamos a dejar en creer en lo que nos habían dicho sobre la “nada” que encontraríamos.

Bajo el techo de la entrada a la Brigada Militar (casa abandonada) pudimos dormir seguros de que si llovía, estábamos a resguardo.

Pero el pronóstico del tiempo se equivocó y poco después del mediodía salimos a pedalear.

A pocos kilómetros empezamos a ver la forma de un hombre caminando, arrastrando algo… parecido… a… ¡una silla de ruedas!

Nuestras sonrisas se cruzaron. No hizo falta que nos cuente nada. Ya sabíamos lo que estaba haciendo.

José salió de Caburaí (la ciudad más al norte de Brasi) para caminar 10.700 kilómetros hasta Chui llevando una silla de ruedas.

¿El motivo? Concientizar al pueblo de Brasil sobre el respeto que se le deben tener a las personas con capacidades diferentes.

¿El verdadero motivo? Porque es una persona con un gran corazón.

Por las Rutas del Mundo | Brasil

Por las Rutas del Mundo | Brasil

Lo encontramos en los últimos kilómetros de su aventura y se lo veía my emocionado. Nos contó que, desde 1981, año tras año se embarcó en diferentes propósitos solidarios y que ya tiene en mente el próximo para el 2017 en Australia (Ale está pensando seriamente su propuesta 😉 ).

Conozcan más sobre José y sus aventuras solidarias en su página web: Ze do Pedal

Luego de despedirnos, nos quedamos pensando. A los dos nos volvió a florecer esas ganas de ir ayudando y colaborando en diferentes causas. De dejar una huella en el camino y devolver lo que tanto nos dan. Aguarden novedades. 😉

Se ve que el viento recogió nuestros pensamientos porque a los 20 kilómetros nos encontramos con una pareja de cicloviajeros.

Bruno y Tainá están viajando con un proyecto solidario de ir mostrando en fotos y vídeos las diferentes culturas que viven en Brasil.

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Viajan en bicis antiguas, la de Bruno es de los años ’50 y pesa una barbaridad, que muchos creen que son imposibles para hacer cicloturismo y sus pertenencias las llevan en canastos (como el que usaban Pioja y Pumba antes) en la parte de atrás.

Otros guerreros del camino que demuestran que no existen imposibles y que se pueden cumplir los sueños si uno se los propone.

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Estuvimos hablando un largo rato. Solo Tainá sabía hablar “portuñol” e iba traduciéndole a Bruno. Aunque nosotros le comprendíamos pero nos costaba hacernos entender.

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De a poco, vamos venciendo la barrera del idioma. Como nos dijo José, el mejor lenguaje es el amor y cuando uno quiere comunicarse con el otro no existe impedimento alguno.

La tercera estación de servicios en la ruta (¿se dan cuenta que la “nada” no existe?) tenía un lugar ideal para armar la carpa bajo palmeras y árboles.

Tainá y Bruno ya nos habían dicho que los dueños recibían muy bien a los cicloviajeros, así que nos relajamos un poco.

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La estadía duró dos días. El primero para descansar (Ale se había empezado a sentir medio engripado), el segundo porque el viento no nos dejaba ni abrir la carpa sin sentir que íbamos a terminar volando.

Los siguientes 40 kilómetros incluían pasar por la Reserva Natural del Taim. Un lugar que alberga al menos 30 especies de diferentes mamíferos y 250 aves.

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Varias familias de carpinchos (o su nombre en portugués: Capivara) se han llevado toda nuestra atención. Y es que fueron los únicos que se animaron a salir en un día tan gris. A pesar de todo, aceptamos disfrutar de lo que pudimos ver.

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carpincho en taim brasil

Llegamos a la estación de servicios que fue inaugurada hace dos meses en el pueblo de Taim (si, la cuarta en la ruta. En este link está toda la info útil de la Ruta BR 471).

Luego de la primera noche de lluvia, fui a hablar con Renato (el dueño) para preguntarle si conocía donde podíamos armar la carpa bajo techo porque veíamos que la tormenta iba a empeorar.

Fue muy grande mi sorpresa cuando me llevo hasta las casitas que usaban los obreros hasta hace pocas semanas para que nos quedemos hasta que el temporal, que azotaba todo el sur de Brasil, se calme.

Eso tardó unos seis días. Por suerte, tanto Renato como Lucía todas las mañanas nos recordaban que no molestaba nuestra visita y que ellos no nos dejarían ir hasta tanto sea seguro.

Aprovechamos para descansar. Para desconectarnos de lo virtual y conectarnos con nosotros mismos. Ale estuvo un poco engripado y con fiebre pero Lucía trabaja con plantas medicinales, así que le preparaba unos tés de hierbas que en dos días lo recuperaron.

Yo iba al local y hablaba con todos. Bueno, intentaba. Pero siempre buscábamos la forma de entendernos y comunicarnos. Me sentía (y siento) muy contenta al ver mi progreso y aprendizaje y cómo resultaba más fácil comunicarme en cada encuentro.

Por las Rutas del Mundo | Brasil

El día que paró de llover, armamos todo rápido y salimos. Queríamos aprovechar para avanzar y al mismo tiempo nos fue difícil despedirnos.

De Rio Grande do Sul nos separaban unos 80 kilómetros y solo teníamos la certeza de que 20 kilómetros antes estaba la ciudad de Quinta.

Pero a 40 kilómetros encontramos un barrio donde viven  los trabajadores de una granja que nos ofrecieron el patio trasero de una casa desocupada para pasar la noche.

Hablando con tres niñas me enteré que es habitual que cicloviajeros acampen allí. Una de ellas, Bruna, quien está estudiando español, me regaló un diccionario de portugués para que mejore mi aprendizaje en su lengua (me hubiera gustado tener uno yo para poder obsequiarle).

Cuando llegamos a Quinta tomamos dimensión de la tormenta que había pasado. Más de 8000 evacuados en todo el estado de Rio Grande do Sul y hasta estuvieron cortadas varias rutas.

Fuimos a pedir permiso en la iglesia para armar la carpa en el jardín. Había, por lo menos, 200 personas refugiadas allí.

Pero la situación por las que estaban pasando no les impidió demostrarnos, una vez más, de que en el mundo hay más personas buenas que malas. Que lo que nos quieren mostrar del otro no siempre es verdad.

Nos han hablado muchos sobre Brasil, sobre la relación con los argentinos, que cuidado porque no quieren mucho a los perros y tantas otras frases que en los primeros quince días de estar en este país puedo decir que son un gran falta a la verdad.

Habrá personas que tuvieron malas experiencias, eso no lo niego, pero no es motivo para generalizar y meter ese miedo a los demás.

ruta br 471 en brasil

Eso sí, en Brasil también llueve y hace mucho frío y eso ya no me hace tanta gracia. Quiero el calor, las playas, la arena y el cielo azul de las postales que siempre vi en internet.

Ya lo sé, muy ignorante de mi parte creer que al cruzar la línea que divide a Uruguay de Brasil iba a aparecer mágicamente el calor y el buen clima. Realmente ese pensamiento fue el alimento de los últimos días en Uruguay.

Dos cosas voy aprendiendo. La primera, el próximo que me hable del buen clima de Brasil voy a tener varias anécdotas para contarle y la segunda, cuando empiece a hacer calor y los días lindos los vamos a disfrutar el doble o hasta el triple.

Esperemos que sea pronto. ¿No?  😀 

 

¿Estás pensado viajar en bicicleta por Brasil?
Reunimos toda la info útil sobre la ruta BR 471 en una sola publicación.