En la anterior publicación – Viajar a dedo con perros – contamos que estando a menos de 50 kilómetros del Paso “Los Libertadores”, o conocido también como el “Cristo Redentor”, Jonathan acepto llevarnos a los cuatro en su camión.

Nos comentó que él hace los trámites de salida de Chile y de ingreso a Argentina del lado chileno y que no siempre lo dejan pasar turistas porque en el manifiesto (la hoja de ruta de ellos) dice que solo viaja una persona. Que en tal caso veríamos como podía hacer para dejarnos en Horcones, donde se encuentra el edificio para hacer los trámites migratorios de los particulares y turistas.

Era la tercera persona que nos levantaba y nosotros ya nos sentíamos como si fuera algo que hacemos hace años. Pioja y Pumba se estaban portando increíblemente, como nunca lo hacen con nosotros. “¿Habrán escuchado y entendido todo lo que le dijimos los días anteriores?”.

Se venía la parte de la ruta en que hay que subir más de 2000 msnm en más de 20 vueltas, conocida como la Ruta de los Caracoles. Sería la tercera vez que pasaríamos por acá. La primera fue cuando viajábamos en motorhome y la segunda cuando pasamos con Javi y Mey en enero de este año.

Por suerte, más allá de que se me taparon los oídos, ninguno tuvo problemas con la altura.

Santiago de Chile

Foto de la Ruta del Caracol cuando cruzamos en motorhome en junio de 2013 de Chile hacia Argentina.

Aunque no tuvimos tiempo de hablar en privado, tanto Ale como yo estábamos preocupados por dónde nos dejaría Jonathan.  Eran más de las siete de la tarde y sabíamos que nos quedaban, como mucho, dos horas de luz y que pasar la noche en altura iba a significar buscar la forma de no pasar frío.

Llegamos a la aduana de Chile. Allí Jonathan debía bajar a hacer sus trámites. Nos dijo que lo esperemos, que si se acercaba algún inspector digamos que somos turistas y nada más.

Habrá tardado 15 minutos pero que parecieron eternos. Veíamos pasar inspectores de un lado para otro pero, por un lado tuvimos suerte de que ninguno miró hacia la cabina y por el otro lado, un camión se estacionó y bloqueó la vista hacia adentro.

Cuando Jonathan volvió nosotros pensamos que nos iba a pedir que nos bajemos, pero no. Dijo que íbamos a probar suerte, que si el inspector que controla los papeles no decía nada, nos llevaría hasta la Aduana Argentina.

Yo me concentré e hice mucha fuerza. Capaz les parece una tontería, pero lo miraba al señor y le decía “déjanos pasar, déjanos pasar”.

Le dio los papeles y le pidió que se baje. Ale suspiró como desanimado y yo potencié más mi intento de hacer telepatía. Vimos por los espejos que Jonathan le mostró que no llevaba carga y volvió al camión.

Nos pusimos muy contentos cuando arrancó y seguimos. Iba con una sonrisa de oreja a oreja. Ale habrá pensado que era por la situación pero también era porque sentía que había funcionado esa especie de “trabajo mental”.

Ingresamos al túnel “Cristo Redentor”. Para el que no lo conoce, uno entra estando en Chile y al kilometro y medio cruzas una línea imaginaria. De un lado un cartel agradeciendo la visita y del otro lado, un cartel que te da la bienvenida a Argentina.

Jonathan tocó diez veces la bocina y e hizo la señal de la cruz otras diez veces más. Nos contó que, desde que hace estos viajes de Santiago del Estero a Chile, siempre que vuelve al país hace ese ritual en agradecimiento.

Eso nos motivó con Ale a pensar en qué tipo de ritual podríamos hacer nosotros cada vez que cruzamos una frontera. Esos códigos de rutas nos encantan.

 

Viaje a dedo - de Chile a Argentina

Foto sacada con el celular y apurados porque se largó a llover justo cuando bajamos del camión. No no importó: la lluvia es buen augurio.

Llegamos a la entrada de la Aduana Argentina. Nos despedimos agradeciéndole eternamente a Jonathan y nos bajamos. Caminamos hacia el edificio. “¿Qué decimos cuándo entremos? ¿Qué venimos a dedo o a pie?”.

Ale se quedó con Pioja y Pumba detrás de un auto (si, haciendo la fila por las dudas) mientras yo iba a consultarles a los Gendarmes cómo hacer el trámite.

Una de las cosas que más me gusta de contar nuestra historia de viaje es ver las diferentes caras de asombro de las personas. Tendría que haber ido con una cámara para filmar la expresión de todos cuando dije que veníamos a dedo y con dos perros.

No tuvimos que hacer fila. Fuimos hasta una ventanilla e hice los trámites mientras Ale hablaba y contaba toda la historia desde que llegamos a Los Vilos hasta que terminamos viajando a dedo con perros con la idea de llegar a Buenos Aires en menos de 5 días.

Nos pusimos a la salida con un cartel que decía “Mendoza”. Una pareja frenó y nos dijo que si no fuera porque tenían el auto repleto de bolsos y valijas (así era) nos llevaba porque “le daba ternura las perras”. ¡Es común que nos digan eso!

Eran las nueve de la noche. “¿Qué pasaba si nadie nos llevaba hasta Uspallata por lo menos? ¿Dormiríamos en la aduana? ¿Se podrá?” No quisimos averiguarlo.

No me pregunten por qué, pero un auto me llamó la atención. Cruzamos miradas con el conductor varias veces. Ale me dijo que vaya a preguntarle y a mí me daba vergüenza. Pero me animé y le pregunté si iba hasta Uspallata.

En ese momento sentíamos que era mejor quedarnos en esa localidad que ir hasta Mendoza. Uspallata es un paso obligado de todos los vehículos y porque no sabíamos donde es el mejor lugar para ponerse a hacer dedo en la gran ciudad de Mendoza.

Por suerte Miguel y Ana no tuvieron ningún problema en llevarnos a nosotros y a Pioja y a Pumba. ¡Hasta hicieron lugar en el asiento de atrás para que viajemos cómodos! En el viaje estuvimos tomando mate y nos contaron que era la primera vez que habían visitado Chile y disfrutado de las playas de Reñaca y Concón.

Viaje a dedo - de Chile a Argentina

Con Miguel y Ana que nos dejaron en la YPF de Uspallata. 15 minutos más tarde…

Ellos seguirían ruta hasta San Martin, uno de los departamentos de la ciudad de Mendoza y nos dijeron que no tendrían drama de llevarnos hasta allí. Pero sentimos nuevamente que lo mejor era quedarnos en Uspallata.

Eran más de las diez y media de la noche. Nos quedamos sentados en el cordón de la entrada de la estación de servicios. Ale ve un camión y me dice que vaya a preguntarle. Ahí sí me dio vergüenza y no fui.  Ya nos estábamos imaginando qué les íbamos a decir a los empleados para que nos dejen dormir allí cuando un olorcito a papas fritas nos despertó el apetito.

Fui hasta el local que estaba en frente a comprar una porción mientras Ale le daba de comer a Pioja y Pumba.

Cuando estaba volviendo, cruzando la ruta, veo que Ale estaba hablando con alguien. Me acerqué, me presenté y veo que el joven se acerca hasta su novia. Acto seguido nos dicen que ellos van hasta Buenos Aires también pero que la idea es avanzar unos kilómetros pero parar a dormir en algún hotel en la ruta. Que hasta ahí nos llevarían sin problemas.

Nos miramos con Ale y no lo podíamos creer. Subimos al auto y empezamos a conversar.

Sebastián es de Chile y Diana de Argentina. Nos contaron que se conocieron viajando y que hace unos meses viven juntos en Santiago de Chile.

Voy a ser sincera, a esa altura, cuando ya había pasado hacía rato la medianoche, el sueño me vencía y me dormía por momentos. Al principio Ale me codeaba, pero él me conoce y sabe que me cuesta mantenerme despierta de noche y arriba de un auto.

Así que, en mi caso, tengo recuerdos cortados sobre el viaje. En cambio Ale no paró de hablar ni un minuto. De hecho, cuando llegamos a la provincia de San Luis, Diana quería frenar para buscar un hotel y Sebastián empezó a decir que prefería hacer todo de un tirón para aprovechar más la corta estadía en Buenos Aires.  Había conseguido a un buen copiloto, aquel que no iba a dejar que se quede dormido.

En un momento, hablando de dónde éramos cada uno, Diana mencionó que vivía en el barrio de Almagro.

– ¡Yo también! Hasta que me fui a vivir sola viví en Almagro con mi mamá.

– ¿En qué parte?

– Cerca del Parque Centenario. ¿Vos?

– Avenida La Plata y Quito

¡A diez cuadras! ¿Cómo puede ser que no nos hayamos cruzado?

Viaje a dedo - de Chile a Argentina

Con Diana y Seba. ¡Hay equipo! 🙂

Con Diana y Seba formamos un equipo. Fuimos frenando en diferentes estaciones de servicios al costado de la ruta. Bajábamos, tomábamos café, comíamos algo.  Ellos se asombraban que Pioja y Pumba se estén portando tan bien. Se la pasaron durmiendo todo el tiempo, se levantaban cuando frenábamos y cuando volvíamos a subir, no se las escuchaba más hasta la próxima parada.

Eran más de las seis de la mañana y todavía el sol no había aparecido. Todavía nos sentíamos un poco en Chile. ¡Es que hasta hace menos de 24 horas estábamos del otro lado de la Cordillera!

Llegamos a la autopista y vimos el cartel dándonos la bienvenida a la ciudad de Buenos Aires. No terminábamos de entender todo lo que habíamos vivido en tan poco tiempo. ¡Y de la suerte que tuvimos! No solo estábamos viajando a dedo con las perras, sino que encima el auto que nos levantó iba a 10 cuadras de nuestro destino.

Los chicos, tan amables, terminaron dejándonos en la esquina de la casa de mi mama. Todavía recordamos ese día y se nos eriza la piel.

Salió todo “tan redondo” (expresión argentina de que salió todo bien) que entendimos que, mas allá de que el motivo que nos trajo no es lindo, teníamos que volver a Buenos Aires por unas semanas. “Todo pasa por algo” y, si bien no siempre entendemos el por qué o el para qué en el momento confiamos que lo descubriremos más adelante.

Lo que si podemos decir, es que sentimos que ya no hay imposibles para nosotros. ¡Hicimos Los Vilos – Buenos Aires en 30 horas! ¡Más rápido que si nos hubiéramos tomado un bus! Pero esperen, lo más destacable es que:

 

¡VIAJAMOS A DEDO CON DOS PERRAS!

 

Rompimos con esa barrera de los que creen y nos dicen que viajar a dedo con perros es muy difícil o casi imposible. Ya lo hicimos en motorhome, ahora lo estamos haciendo en bicicleta y en el momento que lo necesitamos, viajamos los cuatro a dedo. Y se portaron excelente. Y si bien, seguramente, hubo personas que no nos levantaron al vernos con las perras, los que sí lo hicieron son los protagonistas de esta historia.

Ya sabes. Cuando te digan que no se puede, cuando vos mismo te digas que es imposible, borra esa creencia de tu mente y de tu vida. Porque nosotros pudimos (y tenemos que hacerlo de vuelta a Los Vilos para reencontrarnos con las bicis y seguir con el viaje) y vos también podes hacer lo que te propongas.

 

¿Buscabas consejos para viajar a dedo con perros?

¡Esperamos que nuestra experiencia haya ayudado!

 

Pero por sobre todas las cosas,

tenes que confiar en vos y saber que se puede.