Desde la última visita a la Patagonia, especialmente lugares como Tierra del Fuego, Torres del Painé y El Chalten, me volví una amante de hacer trekkings. ¿Qué es el trekking? Es caminar por senderos por lugares como montañas, valles, bosques, ríos, lagunas, lagos, etc. También se lo conoce como senderismo.

En mi anterior visita al Parque Nacional Tierra del Fuego tuve la suerte de hacer varios de los senderos que hay en el parque. Me quedaron cuatro pendientes (tendré que volver) y sabía que en invierno no es aconsejables e incluso están cerrados al público. Así que pensé que no iba a hacer ningún trekking por algún bosque fueguino. Lo bueno es haberme equivocado.

Una de las excursiones que propone Ushuaia Extremo, además de andar en bicicleta sobre hielo, es recorrer el sendero hacia la Estancia Tunel. Este es uno de los trekking más importante que está por fuera del Parque Nacional. En verano se hace en bicicleta pero en invierno es mejor hacerla caminando.

El transfer nos dejó en Playa Larga, a metros de la Baliza Escarpados. Es un punto panorámico para apreciar al Canal Beagle y una parte de Ushuaia.

 

Mariela era nuestra guía y lo primero que nos aclaró fue: “soy muy nerd y me gusta todo lo que tiene que ver con la flora y fauna del lugar, así que voy a ir diciéndoles datos de ese estilo”. Creo que fue la más lindo que le escuché decir a un guía porque a mi me encantan conocer esos datos tipo enciclopedia.

Apenas entramos en el bosque lo primero que sentí fue el cambio del aire. Era como aire espeso. Lo respirabas y sentías como paseaba por los pulmones. Estaba respirando un aire puro y se notaba.

Si bien el día era soleado, por momentos porque en Tierra del Fuego se viven las cuatro estaciones en un mismo día, dentro del bosque no se podía apreciar. Es que los árboles están muy juntos como protección del viento. Empiezo a contarles los datos «nerds»: principalmente se ven tres especies: lengas, ñires y coihues.

Las hojas de las lengas y los ñires son caducas, es decir, se caen al llegar una estación del año. En otoño se caen las hojas de la lenga y en invierno las de los ñires. El coihue tiene hojas perennes, es decir, son permanentes.

 

 

Otra especie de árbol que identificamos fue el canelo. Que lo bueno es de este árbol es que sus frutos se pueden recolectar, dejar secar y usar en la cocina como pimienta del canelo. Mariela tenía un frasco y nos hizo oler. Lástima que recién en primavera/verano se puede recolectar porque sino era la primera que me estaba trayendo.

Estos árboles suelen estar acompañados de especies de hongos o parásito. Especialmente se identifican tres: barba de viejo, farolitos chinos y pan de indio. La barba de viejo es un liquen y, como lo dice su nombre, parece barba pero de un color verde claro. A diferencia de las otras dos, no le hace daño al árbol, solo lo utiliza como apoyo.

 

 

Los farolitos chinos y el pan de indio son plantas parasitas y sí hacen daños a los árboles porque ambas absorben la savia. Los farolitos chinos se aprecian más cuando las lengas y ñires no tienen hojas. El pan de indio es ese hongo de color blanco o amarillento que madura en noviembre y diciembre y luego se vuelve duro, haciendo lo que parece “nudos” en los troncos.

A medida que avanzamos, Mariela nos fue mostrando y explicando detalles de cada especie. Nos mostró una caja de plástico donde tenía las hojas de las diferentes especies de árboles que veíamos y con los colores de cada estación del año.

Por momentos, el sendero nos llevaba hasta los acantilados y podíamos ver el paisaje como de un lugar privilegiado. Como si fuera un palco en un teatro. En uno de esos puntos panorámicos, bajamos entre la turba hasta las orillas del Canal Beagle.

 

 

Desde estos puntos también podíamos apreciar los bosques de árboles bandera. Se los llama así por su forma producto del constante viento que hay en la zona. Y si teníamos mucha suerte, tal vez, podíamos avistar cóndores. Eso sería como la frutilla del postre de la excursión. ¿No?

 

 

En una parte del sendero había que pasar un arroyo por encima de dos troncos que se usaban de puente. No les puedo explicar el miedo que me dio. Que aparte, si lo ven se ríen y más si les pasa lo que me pasó a mí.

 

Termino de pasar los troncos re contenta por la hazaña que había hecho (las chicas lo pasaron como si nada) y vemos que se acerca un grupo de scouts con niños de todas las edades que tenían que pasar por el mismo lugar. Cómo explicarles la vergüenza de ver como niños de 4 o 5 años pasaban hasta saltando y yo hasta hacia unos minutos sentía que pasaba por un acantilado de cincuenta metros para abajo. Es que el miedo es así de irracional. Ya a la vuelta lo pase más confiada y sin tanto espamento.

Luego de caminar por casi tres horas entre el bosque fueguino y la costa del Canal Beagle, llegamos a la Estancia Tunel. En sus comienzo funcionó como una fábrica de toneles (de ahí su nombre).  Es la misma Estancia que se ve cuando navegas por el Canal Beagle.

Mariela nos tenía una sorpresa: en su mochila tenía una manta para que nos sentemos a tomar té de jengibre con unos snacks. Una linda forma de descansar antes de retornar hacia la ciudad.

 

 

Mientras volvíamos íbamos repasando todo lo aprendido. Señalábamos los arbustos y decíamos sus nombres. El paso era un poco más rápido porque ya nos habíamos retrasado un poco más de la cuenta en el picnic.

Mariela miró hacia el cielo y empezó a gritar “es un cóndor”, “miren las puntas de las alas, es un cóndor”, “sí sí chicas, es un cóndor, miren el cuello blanco”. Nosotras mirábamos para todos lados y los veíamos muy lejos como para observar esos detalles. Mariela se emociona y ahí nos dimos cuenta que estábamos frente a un fenómeno inigualable.

Saqué lo más rápido posible la cámara de fotos, rogando que todavía quede batería para usar el super zoom. En ese mismo instante, Mariela saco los dos binoculares que tenía y les mostraba a Flor y a Eli lo que yo, con mucha suerte, estaba viendo con la cámara. Pude tomar un par de fotos (no tienen la mejor calidad, pero no me importa).

 

 

Todo el camino de vuelta tuvo como tema central la gran suerte que tuvimos de haber visto no uno ni dos, sino tres cóndores sobrevolando el Canal Beagle.

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