Muchos habrán escuchado hablar de la cadena de favores. De hecho, hay una película estadounidense llamada así estrenada en el año 2000 y que está basada en el libro del mismo nombre.
Se trata de la acción y reacción que se crea en una sociedad cuando cada uno está atento a las necesidades del otro y ayuda desinteresadamente al prójimo. Con esto se logra que tanto la persona que decidió brindarse y la que recibió se sientan satisfechas. La primera porque se siente contenta por haber sido útil y lograr que el otro experimente bienestar y la segunda no sólo se siente afortunada con haber recibido cooperación sino que se contagia de esa energía positiva y lo incentiva a estar atento para colaborar en la necesidad de otro.
Hay muchos vídeos en la web donde se muestra este tipo de cadena de favores. El señor que observa como el chico ayuda a una persona mayor a cruzar la calle y mientras sonríe le alcanza la pelota a un nene que se le escapó. Al mismo tiempo que esa señora que recibió ayuda le regala un caramelo al que vende diarios y revistas que, sorprendido y contento luego ayuda al que debe descargar de su auto grandes bultos y así sucesivamente.
Desde que comenzamos a viajar en bicicleta hemos recibido muchísima ayuda por parte de quienes nos cruzamos en el camino. Desde los que nos tocan bocina en la ruta, aquellos que nos envían mensajes de aliento y bendiciones tanto por mail como por las redes sociales, hasta quienes nos abren la puerta de su hogar y su familia.
Son actos que nos llenan el alma. Si, así de fuerte y grande es lo que sentimos.
Y nosotros vamos sintiendo como se está formando esa cadena, no solo de favores, sino de amigos.
Cuando llegamos al corte de ruta que había kilómetros antes del pueblo de Bowen, muchas personas se acercaron a hablar con nosotros y nos brindaban su ayuda.
Que yo conozco a tal y anda de mi parte. Que si precisan bañarse o lavar ropa pueden venir a mi casa. Que yo hablo con quien se necesite para que los dejen acampar allí. Que toma un paquete de yerba que a mí me sobra. Y así un montón de situaciones más.
Entre esas personas estuvo Dante, dueño de un negocio de muebles y artículos para el hogar importante en Bowen, que estuvo atento a todo lo que podamos necesitar en nuestra estadía en el pueblo. Amante de viajar, conocer y aprender, en la hora de su descanso nos llevó a recorrer una finca para conocer como se cosecha y se empaqueta los frutos como ciruelas, damascos y duraznos.
Fue uno de los primeros que nos recomendó hacer el recorrido por El Nihuil y Valle Grande en ese orden porque así serían más las bajadas que las subidas.
Dejamos atrás Bowen. Hasta General Alvear teníamos unos 20 kilómetros por recorrer y con la opción de hacerlo por una ciclovía (a pesar de que todos nos decían que por allí no convenía porque hay muchas rosetas, la causa mayor de las pinchaduras de ruedas en Mendoza).
Ese día aprendimos una lección. Habíamos averiguado y muchos nos dijeron que podíamos pasar la noche en el polideportivo o camping municipal así que no nos hicimos mucho problema con el horario. Salimos a las 6 de la tarde y fuimos despacio por la ciclovía acompañados de un ciclista que pasó y se interesó por nuestro viaje.
Llegamos a General Alvear cerca de las nueve de la noche. Lo primero que nos llamó la atención, y que nos hizo sentir incómodos, fue que a las primeras tres personas a las que preguntamos cómo llegar al camping después de darnos las indicaciones, nos dijeron «cuidado con las bicicletas que acá te las van a robar».
Cuando entramos al parque municipal nos llamó la atención que no estaba iluminada la parte donde se podía acampar. Fuimos a preguntarle al encargado y nos enteramos que no era posible armar la carpa y dormir allí.
Eran casi las diez de la noche. Nos pusimos muy nerviosos. ¿Dónde dormiremos? ¿Qué hacemos? Y empezaron los reclamos: ¿Por qué no salimos más temprano de Bowen? ¿Por qué no llamamos para consultar? ¡Quién iba a pensar que sería un camping donde no se puede dormir!
Recordamos que teníamos un folleto de la ciudad y buscamos otro lugar donde pasar la noche. Encontramos un teléfono y llamamos. Una vez si, dos no (de los errores se aprende). Del otro lado aparecería una voz amable que nos decía que, por más que estuvieran por cerrar, nos esperaban a que llegáramos.
Armamos la carpa, preparamos para comer, nos sentamos y respiramos profundo. Teníamos los nervios a flor de piel porque llegar al lugar no fue fácil. El camino que creíamos mejor era una ruta provincial sin luces, sin banquina. En la entrada nos indicaron el precio por acampar y no teníamos otra opción, por más que nos desestabilice un poco el presupuesto. En fin, ya estábamos ahí.
Al otro día recibimos un mensaje privado por facebook de Andrea, donde nos decía que estaba en General Alvear y que podíamos ir a su casa a dormir. Eso lo escribió minutos después que salimos de Bowen y apagamos el celular. Entre los nervios de todo lo sucedió no entramos a leer los mensajes, así que un poco maldecimos el no haberlo hecho antes. Pero bueno, por algo fue y creemos que aprendimos la lección.
Andre es amiga de Paula, que vive en San Rafael y también nos había enviado un mensaje para que nos hospedemos en su casa cuando estemos por la ciudad. Apenas leyó que habíamos llegado a General Alvear le escribió a Andrea para que se ponga en contacto con nosotros.
Ese domingo había una fiesta en la plaza principal para festejar que una vez más se pudo frenar el avance de la mega minería en Mendoza. Habíamos sido invitados a participar y exponer nuestras artesanías y contar sobre el viaje. Casualmente, Andre vive a pocas cuadras de la plaza así que arreglamos para encontrarnos allí con ella y Martin, su pareja.
Luego de estar un buen rato compartiendo un buen momento con mates, anécdotas y risas, disfrutamos y nos emocionamos al ver a Mauro, el hermano de Andre, cantando un tema musical que compuso en el año 2007 cuando el reclamo de los pueblos del sur de Mendoza comenzaban a hacerse a escuchar en contra de la contaminación y la mega minería.
El lunes, mientras Andre preparaba una materia que debía rendir, Martin nos llevó a recorrer el pueblo y junto a Mauro fuimos a visitar su finca. Nos contó sobre su trabajo, sobre el problema del agua y sus sueños.
Luego de despedirnos sabiendo que más adelante nos volveríamos a ver (Andrea vive en San Rafael mientras cursa en la universidad y Martin en la ciudad de Mendoza) salimos a pedalear rumbo a Real del Padre. Mauro nos acompañó unas cuadras en su bicicleta.
¿Por qué elegimos ir hacia Real del Padre? Porque allí nos estaban esperando Silvana, hermana de Raúl «El Chava» Chavarrías futuro viajero de «Cruzando Identidades» que saldrá en marzo 2015 junto a Charo, su pareja, a recorrer América en su camioneta. Apenas pisamos suelo mendocino, Raúl se puso en contacto con nosotros y nos dijo que su hermana con gusto nos hospedaría en su casa.
A pesar de que llegamos un día antes de lo previsto, Silvana, David y Davito (su bebe de 5 meses) nos recibieron con los brazos abiertos. Comimos unas ricas pizzas junto a unos amigos de ellos, cuatro hermanos oriundos de Bolivia: Americo, Aaron, Yose y Paola. Durante toda la noche estuvimos aprendiendo sobre sus costumbres y su país. Sabemos que falta un largo tramo hasta Bolivia, pero ya empezamos a soñar en el momento que estemos allí.
Lo maravilloso de conocer e interactuar con las personas de cada lugar es el poder observar y aprender las múltiples formas de vivir e intentar entender, además de aceptar, las diferencias y disfrutar las coincidencias, lo que nos conecta. Es que viajando se da la magia de generar un vinculo con el otro en muy poco tiempo.
El día que salimos rumbo a San Rafael teníamos por delante más de 80 kilómetros por recorrer pero nos sentíamos confiados de que íbamos a poder hacer el trayecto en un día. Aparte, estábamos contentos porque sabíamos que nos estaban esperando.
Andrea y Paula fueron nuestras anfitrionas en San Rafael. Estuvimos entre la casa de Andre y Flor y la Casa Colibrí donde Pau convive con sus amigas Celes y Gise junto a Amarello (gatito) y Paprika (perrito). Siempre estaremos agradecidos porque nos abrieron las puertas y nos hicieron sentir súper cómodos.
Gracias a Facebook, Gustavo se pudo comunicar con nosotros desde España y brindarnos su ayuda, ya que su familia vive en San Rafael. No podíamos tener más suerte porque Marcelo, su hermano, tiene una bicicletería y nos esperaba para ayudarnos y enseñarnos a hacerle un service a las bicicletas que ya cumplían más de 1000 kilómetros de viaje.
En verdad si podíamos tener más suerte. Cuando fuimos a visitar a Marcelo le comentamos que estábamos organizando para ir a conocer el Embalse El Nihuill, el Cañón de Atuel y Valle Grande. Por esas cosas mágicas que suceden, Gustavo nos avisa que sus padres nos prestaban la casa de verano que tiene en El Nihuil para que descansemos a nuestro paso por el pueblo.
Y todo esto en un viaje que recién comienza.
No puedo dejar de relacionar el concepto de la famosa cadena de favores y sentirme identificada con estos actos desde que empezamos a viajar en bicicleta. Pero no solo de favores, también de amistades. Los nuevos amigos que conocemos nos conectan con sus amigos y así creamos una gran y linda cadena de amigos haciendo realidad la frase «los amigos de mis amigos son mis amigos».
Lo más lindo es también formar parte de esa cadena porque cuando algún amigo viajero llega a un lugar donde estuvimos, la ponemos en contacto con quien nos recibió y nos convertimos en eslabón de una nueva cadena de amistad.
Sentirnos tan felices por tanto cariño y amor que recibimos solo hace que reafirmemos la frase del libro y película “Into the Wild” de Jon Krakauer (Rutas Salvajes), una de las pocas que vi hasta el final, y que a tantos inspiró y seguirá inspirando: “La felicidad solo es real cuando es compartida.”
Uno de los problemas más graves que podes tener con la bicicleta es que se estire la cadena y tengas que cambiarla para poder seguir. Estamos seguros de dos cosas: ojala la cadena de amigos que comenzamos siga creciendo día a día y que nunca la vamos a cambiar, por el contrario, necesitamos que se estire para poder seguir viajando.
Hola mis biciamigos y mis bicicanes «perritas » emocionado con tus relatos y yo tambien haciendo kms del 22 de diciembre llevo mas de trecientos, saludos
Bien Juan! Qué lindo! Muy lindo el termino de «bicicanes» 🙂