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Querer viajar por el mundo y tener miedo a volar en avión

por | 20 agosto 2018 | Antes de Viajar, Info Útil, Para Viajar

¿Te resulta raro estar leyendo sobre el miedo a volar en avión en un blog de viajes? Aunque cueste creerlo es algo muy común. Si sos de las personas que tienen miedo a viajar en avión pero querés recorrer el mundo, te tengo una buena noticia. Es posible hacerlo.

Es así, le tengo miedo a volar en avión pero, a pesar de eso, me subo a uno cuando tengo que hacerlo. No es ese miedo paralizante que no me permite siquiera pensar en comprar un pasaje.  Tampoco es algo que elijo con una sonrisa en la cara. Es más, me provoca muchos nervios, de esos que te hacen reirte con ganas de llorar. Imaginate esta situación: “si, voy a viajar en avión a (insertar lugar) jeje… pero bueno, no hablemos sobre eso porque me dan ganas de llorar jeje”.

Si cuando estás por subirte a un avión te duele la panza, te sudan las manos, se te seca la boca, o te duele la cabeza cuando nunca sufres de eso… Sé exactamente como te sentís porque a mí me pasa lo mismo.

Una recomendación es que no le preguntes a los que no tuvieron ni tienen miedo a volar cómo hacen para no tenerle miedo porque es completamente en vano. Aunque tengan la mejor predisposición, no te van a entender (salvo que sean profesionales como psicólogas/os, por ejemplo) y hasta puede ocurrir que te generen nuevos miedos con preguntas o comentarios que no tenías en cuenta.

Mi experiencia viajando en avión

No recuerdo si siempre le tuve miedo a viajar en avión. Pero tengo muy fresco en la memoria dos situaciones: una que inició el miedo y otra que lo agrandó.

El primero fue cuando tenía doce años, viajaba desde Buenos Aires a Río Grande (donde vivía) y el vuelo bajaba en cada bandera argentina que había en la Patagonia (literal, un vuelo “lechero” como se les dice). En la escala en Trelew, cuando tocó despegar, en ese momento en que el avión agarra velocidad y estuvo a punto de tomar vuelo, frenó de golpe. Muy de golpe. En ese momento entendí la necesidad de los cinturones de seguridad. Estuvimos más de treinta minutos sin que nos dieran explicaciones. Nada de nada. Nos avisaron que se había detectado una falla en una turbina. Perfecto, nos van a cambiar de avión. Pero no. Estuvimos dos horas arriba del avión cuando escuchamos que nos pongamos los cinturones y nos preparemos para continuar con el vuelo. ¿Cómo? ¿En el mismo avión? ¿Arreglaron la turbina con nosotros arriba? ¿En serio? Quería bajarme.
La escena de Los Simpsons donde Marge se quiere bajar del avión es identificación pura con lo que sentí en ese momento.

Está bien, si estoy escribiendo esto es porque todo salió bien.

Después de esa experiencia me quedé con miedo pero igual lo afrontaba. No me quedaba otra en verdad y la pasaba muy mal. Todo parecía que ese hecho iba a ser parte de una anécdota de mis experiencias en avión y que el miedo poco a poco se iba a ir hasta el año 2010.

Volviendo de Puerto Madryn (ahora que escribo esto me doy cuenta que ese viaje salió del aeropuerto de Trelew. ¿Tendrá algo que ver? Bueno, no me quiero ir por las ramas). Ese viaje iba todo bien hasta que nos metimos de lleno en una tormenta eléctrica que había en la provincia de Buenos Aires.

La turbulencia de ese vuelo no me la olvido más. Tampoco me puedo sacar la sensación de que eso se iba a caer en cualquier momento porque el señor que tenía del otro lado del pasillo, ese que estaba re tranquilo leyendo, empezó a desabrocharse la camisa. Ni hablar cuando las dos monjas que estaban más adelante empezaron a rezar el padrenuestro. O cuando comenzó a llorar un bebe. Me sentía en una película estilo “Destino Final”.

Recuerdo que lo miré a Ale  y le dije “chau amor” y me di vuelta para dormir. Él me agarró del brazo y me dijo “¿qué? ¿te vas a dormir?”. Y obvio… si el avión se va a caer no quiero enterarme. Y me desperté en Aeroparque. Era obvio igual, ¿no?

Desde esa vez, todas las veces que me subí a un avión la pasé muy mal. Desde el momento que compraba el pasaje (que rezaba para que me rechacen el pago), los días previos con pesadillas hasta el momento en que cierran las puertas del avión y ya está, siento que ya no hay vuelta atrás y todo terminó.

¿Cómo hago para querer viajar por el mundo sabiendo que me tengo que subir a un avión?

Cuando elegí este estilo de vida de viajar por el mundo lo primero que pensé fue “uh… tengo que viajar en avión”. Por eso creo que estuve de acuerdo en viajar en motorhome y en bicicleta. Cualquier cosa antes que viajar en avión.

Pero con el tiempo me di cuenta que si quiero seguir conociendo nuevos lugares tengo que viajar en avión, así que me propuse trabajar el miedo a volar.

Eso me llevó a leer y escuchar las experiencias de otras personas que lograron controlar el miedo.
Vi un montón de vídeos. Incluso de las aerolíneas que tienen hasta cursos gratuitos para perder el miedo a volar (dato 2017: Aerolíneas Argentinas lo tenía pero ya no está vigente).

Entonces, lo que te voy a compartir ahora son cosas que a mí me sirvieron para perder el miedo a volar o, mejor dicho, para controlarlo. Incluso, hasta me animé a viajar en avión sola. ¡Sí! ¡Todo un logro para mí! Porque hasta ahora siempre viajé con alguien más a quien poder agarrarle la mano (a pesar de que esté toda sudada) o de usar su brazo para tapar mi cara. Te suena conocido hacer eso, ¿no?

Pasos para controlar y superar el miedo a volar en avión

El primer paso ya lo dimos porque reconocemos que tenemos miedo. Así que, vamos por buen camino. Todas esas sensaciones que nos angustian antes y durante un vuelo, es miedo. Miedo y ansiedad.

El segundo paso es informarte que también incluye reconocer qué es lo que te da miedo. Esto hará que te centres en lo importante. Hay una página que conocí en la búsqueda de respuesta a mi miedo. El sitio web es Ask the pilot, está en inglés pero con el traductor de Google se entiende lo que dice. Tiene una sección de preguntas frecuentes que ayuda a aprender.

Por ejemplo, en los vuelos ida y vuelta a Ushuaia en agosto 2017, fui con un montón de recomendaciones y cosas que había leído. Todavía no conocía esa página. Y me acuerdo que estaba lo más tranquila posible hasta que antes del despegue vi a personas con los celulares que claramente no estaban en modo avión. Y ahí me agarró un ataque de ansiedad. De hasta decir en voz alta “pueden poner los celulares en modo avión por favor” y a punto de llamar a las azafatas para marcarles a quienes estaban poniéndonos en peligro.

Ahora que volví de ese viaje y seguí leyendo al respecto, veo que el uso de celulares y tablets en el avión no es algo que pueda perjudicar realmente al despegue. Que el motivo por el cual se sigue solicitando que se guarden los dispositivos moviles es por la probabilidad de que salgan disparados en caso de que el avión deba frenar imprevistamente.

Mi primer viaje en avión sola

El vuelo a Cataratas del Iguazú fue mi primer viaje en avión sola. Sin pareja, sin amigas, sin tener a quien apretarle la mano cuando tenga miedo o taparme la cara con su brazo y preguntarle cada 30 segundos si todo está bien.

Si bien había leído bastante y tenía una lista de cosas para relajarme antes de subir al avión, esa noche dormí solo cuatro horas y tenía miedo de quedarme dormida cuando soy una persona que tiene como costumbre levantarse apenas sale el sol.

Cuando ya estaba dentro del avión, se me dio por querer filmar el despegue. Cosa rara porque es a lo que más le tengo miedo. Pero lo filmé y ¡hasta me animé a mirar para abajo y ver como la ciudad se iba haciendo chiquita!

Durante el viaje también filme, saqué fotos, escribí, leí un poco de un libro. Hubo turbulencias pero miraba a las azafatas y las veía tan tranquilas que hasta me daba envidia. Cuando el piloto dijo que estábamos llegando a destino, me pegué a la ventanilla. Había leído que se podían ver las cataratas desde el avión pero dependiendo del lado que te sientes y como ingrese el piloto al aeropuerto. En esa oportunidad no tuve suerte pero igual me sentí contenta de no sentirme tan mal al aterrizar.

Una de las cosas que me ayudó a escribir durante este viaje fue darme cuenta el momento que me da más miedo. El avión despega y va subiendo con los ruidos de las turbinas al máximo y cuando llega a la altura y es como que se endereza y el ruido de las turbinas desaparece. Ahí, justo ahí pienso que se apagaron y lo que se viene es una caída libre.

Pero claro, no me había dado cuenta de esto hasta que lo escribí. Y es más, hasta me di cuenta que no es que desaparece el ruido sino que disminuye. Pasa que con los oídos tapados resuelta difícil escuchar bien.

Te sugiero que te sientes y escribas sobre cuáles son tus miedos con respecto a volar en avión. ¿Son los ruidos? ¿Son las turbulencias? ¿Es la altura o el encierro? Entender a qué le tenés miedo te ayudará a guiarte en la búsqueda de respuestas.

Si a pesar de leer y escuchar, sentís mucho miedo, considerá buscar ayuda psicológica. El miedo y la ansiedad producen reacciones en el cuerpo y en la mente que son difíciles de controlar por si sola. Incluso, evalúa junto con profesionales si es necesario que tomes alguna medicación para viajar con más tranquilidad. Eso sí, nunca recurras al alcohol para relajarte porque a veces genera lo opuesto.

Qué hacer antes y durante el vuelo cuando tenés miedo a volar 

Una cosa que quiero aclarar es que cada persona tiene su forma de afrontar y controlar los miedos. Tampoco es que existe una sola receta. Es muy personal. A mí, por ejemplo, me gusta llegar con tiempo. Nada de estar corriendo, de acá para allá, no saber si llego. Eso me provoca mucha ansiedad y después me cuesta relajarme para el momento de subirme al avión.

En la vuelta de Ushuaia en invierno, llegamos con menos de una hora a que despegue el avión. Si bien Clau y Nico nos decían que es un aeropuerto chico y que no es tan exigente como un aeropuerto internacional, hasta que no llegue y el de la mesa nos dijo “les comento que está retrasado 40 minutos”, no logré respirar tranquila.

Otra cosa que intento no hacer antes de un vuelo es tomar bebidas que me provoquen exaltación.
Ya sabemos de las que estoy hablando, no hacen faltan marcas. Por el contrario, tomo agua.
Lo mismo con la comida, evitar llegar al viaje con el estómago repleto de comida.

Buscar distracciones puede serte útil. Yo descubrí que en el momento del despegue y aterrizaje, ponerme a filmar con el celular me desconecta. Estoy tan atenta a la imagen que estoy captando que me olvido de que tengo miedo.

También escucho música. Me ayuda a no estar pendiente de los ruidos del avión y de la intensidad de las turbinas. Eso sí, buscá música que te relaje o que te haga tener buenos pensamientos. Aunque en verdad esto es personal, pero es que a mí no se me ocurriría ponerme a escuchar letras que hablen de muertes, por ejemplo. Es como darle comida fresca a las fieras.

En mi experiencia, viajo con ropa cómoda. Nada que me apreté la panza al sentarme. Así que viajo en calzas o joggings. Otra cosa es no estar super abrigada en el momento del vuelo. Esto también es personal porque cada uno tiene su resistencia al frío. Pero en mi caso, a mí no me hace bien sufrir de calor al punto de sudar porque sumado al miedo, ya pienso que me baja la presión, que me duele la cabeza, etc. Ya de por sí los nervios me dan calor. Así que llevo el abrigo en la mano y lo dejo a un costado, o lo uso para apoyarme contra la ventanilla.

Otra cosa que aprendí: siempre llevo una mochila donde van la notebook, cámara de fotos, es decir, esas cosas de tecnología que no despachas. En los últimos viajes además me estoy llevando una botellita de agua y algunos frutos secos para comer. Lo que me di cuenta es que la mochila en los pies es incómodo y si encima querés sacar la botellita, los frutos secos, el libro, guardar el celular peor todavía.

En fin. En uno de los viajes me llevé aparte una bolsa reutilizable con todas las cosas que podría llegar a usar durante el vuelo aparte de la mochila que podía poner en los portaequipajes arriba del asiento y viajar tranquila moviendo los pies.

Si bien recomiendan que si tenés miedo a volar lo peor que podés hacer es elegir un asiento en la cola del avión porque es la parte donde “más se siente el movimiento”, en mi caso mi número favorito es el 22. Nací un 22 pero también es porque soy un poco loca. Pero como en mi caso cábala mata el consejo de expertos, siempre que puedo elijo el asiento 22.

¿Qué va a pasar cuando ya estén ocupados y tenga que elegir otro? No lo sé, toquemos madera porque hasta ahora siempre pude elegir ese número.

¡Ah! Si no tenés problemas con cábalas, aconsejan sentarse lo más cerca posible de las alas porque dicen que es la zona de mayor estabilidad del avión.

Otra cosa que me ayudó a ir controlando el miedo fue entender que, así como cuando viajo en colectivo no me asusta o me da miedo cuando agarra un pozo porque lo tengo como algo normal que puede suceder, lo mismo con los pozos de aire que agarra el avión. Intentar racionalizarlo y, en vez de verlo como algo negativo, pensar que es algo normal. Igualmente esto es lo que más me cuesta. La racionalidad frente al miedo me dura menos de un minuto. Pero intento calmarme a mí misma.

Hasta ahora siempre hice viajes cortos en avión, de dos o tres horas y vengo controlando el miedo y la ansiedad. A medida que vaya haciendo viajes más largos, iré compartiendo mis experiencias para ayudar a otras personas que también tienen miedo a volar en avión.

Ahora contame vos, ¿tenés miedo a volar en avión? ¿Lo tuviste y lo controlás?
¡Compartí en los comentarios tu experiencia así también queda como ayuda para otras personas!

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